lunes, 29 de septiembre de 2014

Las Fronteras como Campo de Batalla en Argentina




Generación del 80:

Fueron los fundadores de la argentina moderna. En el 80 concluyen varios procesos históricos que habían comenzado en 1810. Orden y progreso ese era el plan para poner a Argentina en el mapa de los países modernos. Roca adquiere popularidad luego de la masacre del desierto. Eran conservadores en lo social, liberales en lo ecónomico, se produce el apogeo de la clase terrateniente y el modelo agroexportador. Se beneficia de la repartija de las tierras del sur. La oligarquía seria una deformación de la aristocracia. Se busca modernizar las instituciones estatales, construir infraestructura, para ser un país productor, pero a la vez buscando la integración social, ya que era una sociedad heterogénea para que se vea bien a nivel internacional, y se produzca un incremento de las inversiones extranjeras, principalmente para construir la red ferroviaria y los ferrocarriles para consolidar el modelo agroexportador. Era un elite que buscaba conservar el poder. 
Programa de Roca “Paz y Administración”, pensar en la economía para no desangrarnos políticamente, pero no fue así en la práctica, tomaron medidas que iban mas allá de la mera administración.

Es hijo de la conquista del desierto. Buscan separarse del pasado, del atraso que esto significa. Tres hechos claves se observan como pilares de esta generación. En primer lugar la Fundación del Museo de la Plata, donde se exponía la cultura indígena, la cual había sido derrotada, se podían observar restos de esta cultura, y hasta los cuerpos de las personas que pasaban a ser trofeo del triunfo del progreso. En segundo lugar, la ley de educación que va a separar el Estado de la Iglesia en materia de educación, tomando distancia también del pasado. Finalmente la tesis de medicina de José María Ramos Mejía que se llamó “La neurosis de los hombres celebres”, que luego fue publicada como libro donde se marca a los líderes de la Argentina anterior como personas enfermas, como locos, buscando diferenciar a esta nueva generación de las que los antecedieron.

1890. Crísis económica, especulación financiera, duda sobre el positivismo, crítica moral. Lleva a un replanteo político. Se critica que el progreso económico llevaría al progreso de toda la nación. "El materialismo nos lleva a la perdición", dicen los intelectuales, los propios gobernantes que no coinciden con Juarez Celman, y por sectores marginados, sumados a los jóvenes políticos porteños, que veían impedida su acción por la política cerrada del gobierno. La revolución del parque no reclama la participación de las masas en la política, sino que se busca garantizar la libertad de sufragio, la competencia política. Julio Argentino Roca se recupera y asume su segunda presidencia. Sin embargo, los radicales tomarían gran transcendencia en la vida política.

Epoca de desigualdad social

Bajo la denominación de Generación del '80 se conoce a la elite gobernante de la República Argentina durante el crucial período de 1880–1916. Procedentes de familias ricas de las provincias y de la capital, se nuclearon primero en la Liga de Gobernadores y luego en el Partido Autonomista Nacional, fusión de las fuerzas dominantes en el período precedente. Tuvieron a su cargo las más importantes funciones políticas, económicas, militares y religiosas, manteniéndose en el poder mediante el fraude electoral. Pese a la creciente oposición, nucleada en lo político en torno a la Unión Cívica Radical y a las sociedades anarquistas y socialistas, formadas por los obreros inmigrantes, ejercieron un gobierno casi despótico durante más de tres décadas, hasta la sanción de la Ley Sáenz Peña de sufragio universal, obligatorio y secreto, que marcaría la transición a la Argentina contemporánea. 
Conservadurismo: En lo social, abogaron por los cánones positivistas del lema comtiano de orden y progreso; la interpretación dominante de los términos entendía el progreso como crecimiento económico y modernización, y el orden como la fijación de las condiciones de tranquilidad en las cuales debía encontrarse el pueblo para permitir la proyección del progreso sin pausa. Ligadas a estas ideas estaba la discusión sobre la civilización frente a la barbarie, que se remontaba a la dicotomía planteada por Domingo Faustino Sarmiento en su obra sobre la vida de Facundo Quiroga. De acuerdo al modelo ilustrado, gauchos y aborígenes eran bárbaros, personas incultas incapaces de apreciar las ventajas de una vida social fundadas sobre los principios liberales que garantizaban el camino hacia el progreso. Sostenían por ello la necesidad de eliminar la barbarie (mediante el orden) y afianzar la civilización trayendo población europea (para entrar en las vías del progreso). Anticlericales, aunque por lo general deístas y masones, bajo su impulso se terminó de definir la separación entre la Iglesia y el Estado con la sanción de las leyes de Matrimonio Civil, Registro Civil y Educación Común, la última de las cuales estableció la enseñanza primaria pública, obligatoria, gratuita, laica y gradual. A pesar de todas estas leyes, Argentina era conservadora.
Ideológicamente, esta generación se consideraba tributaria de la Generación del 37, a la cual habían pertenecido sus padres o abuelos, aunque muchos dirigentes eran descendientes de personajes destacados como Juan Manuel de Rosas, y sostenían como dogmas los principios enumerados por muchos de los miembros de esa generación; en particular, el de gobernar es poblar de Juan Bautista Alberdi, del cual heredaron solamente una parte de sus prejuicios culturales y raciales, el rechazo de las tradiciones retrógadas que nos subordinan al antiguo régimen de Esteban Echeverría y el enfrentamiento entre civilización y barbarie de Domingo Faustino Sarmiento.
De todos modos, nunca se intentó seriamente separar completamente la Iglesia del Estado, sino solamente de minimizar la influencia institucional de la misma. Estas últimas medidas llevaron a un enfrentamiento constante con la Iglesia, que intentó ser defendida por una fracción ideológicamente marginal de la Generación del 80: los líderes católicos, como Estrada, Emilio Lamarca o Pedro Goyena, quiénes cuestionaban las posturas anticlericales del grupo dirigente, pero compartían sus ideas liberales
Las ideas positivistas de esta generación estaban notablemente influidas por el pensamiento de Herbert Spencer, que adaptó los principios evolucionistas de Charles Darwin a las sociedades modernas.

Desde el punto de vista económico seguían a Gran Bretaña y en lo cultural a Francia 

Durante la segunda presidencia de Julio Argentino Roca se sancionó la Ley 4.144 de Residencia, que permitía la expulsión inmediata de extranjeros activistas contrarios al régimen. Su concuñado, Miguel Juárez Celman, se había enfrentado en 1890 a la Revolución del Parque, y en 1905, el radicalismo volvería a las armas en un alzamiento coordinado en varias provincias. En 1910, y ante la proximidad de los festejos del Centenario de la Revolución de Mayo, se sancionó la Ley de Defensa Social, instaurando así el arresto preventivo de sospechosos de anarquismo. En el gobierno hubo también tibios avances para intentar calmar los reclamos obreros al crear el Departamento Nacional de Trabajo en 1907. Así el conservadurismo dictó las primeras leyes laborales de la época, que resultaron insuficientes frente al gran desarrollo del sector obrero, producto de la masiva inmigración y el crecimiento económico registrados para entonces. Ante la constante de los nuevos sectores medios de la sociedad, las huelgas constantes, las críticas en la prensa y el Congreso, la Generación del 80 ya encabezada por la línea modernista del Partido Autonomista Nacional se vio en la necesidad de dar respuestas a la nueva realidad y amplió la participación política a partir de la sanción de la Ley Sáenz Peña de 1912, de sufragio secreto, universal y obligatorio. En 1916, en las primeras elecciones en que se aplicó, el régimen conservador perdía por primera vez las elecciones presidenciales a manos del líder radical Hipólito Yrigoyen, quien asumió su primera presidencia con el respaldo mayoritario de los sectores medios del pueblo argentino.



Incursiones entre 1779-1781



Ángel Della Valle: “La vuelta del malón” (1892) Óleo sobre tela 186,5 x 292 cm
Colección Museo Nacional de Bellas Artes

Gobiernos de Juan Manuel de Rosas:




Primera Gobernación (1829-1832)
En el año 1827 Rosas  apareció como líder militar a favor de la corriente federalista, opuesta a las reformas liberales defendidas por la tendencia unitaria, en la que militaba Juan Lavalle, gobernador de Buenos Aires en ésos momentos. A su vez, Lavalle había fusilado a Dorrego, gobernador federal que le precedió. Entonces el general fundó una coalición con Estanislao López, combatió y derrotó a Lavalle en el Puente de Márquez. Rosas fue nombrado gobernador por la Legislatura de la ciudad de Buenos Aires. En el momento en que asumió su primer gobierno, la situación era de gran inestabilidad tanto política como social. En lo político se habían sucedido tres fracasos importantes: la crisis de 1820; el colapso de la presidencia de Rivadavia y del congreso constituyente en 1826-1827; y la ruptura militar y posterior guerra civil de 1828-1829.

Esta primera gestión fue severa, aunque no excesivamente represiva. Se caracterizó por su esfuerzo en restaurar el orden y la tranquilidad pública, el ordenamiento de las finanzas y el saneamiento de la administración.

Una gran diferencia con respecto a la política unitaria, fue la cercanía que mantuvo siempre Rosas con la Iglesia. En definitiva, este apoyo mutuo fue la principal arma de Rosas para ganarse el apoyo de las clases populares.

Si bien el peligro unitario había desaparecido en Buenos Aires, seguía siendo efectivo en el interior. El Gral. Paz desde Córdoba mantenía su Liga Unitaria, protocolizada en agosto de 1830 con un pacto entre las provincias del noroeste ocupadas por su ejercito y revestido del Supremo Poder Militar. La situación terminó recién con la prisión de Paz el 10 de mayo y la derrota de los restos unitarios mandados por Lamadrid en Ciudadela (Tucumán), el 4 de noviembre de 1831, a manos de Facundo.

De modo que en 1831, luego de dos largos años de sofocar revoluciones internas e intentar mantener la paz de la provincia, empezó su estrategia, convocando la unión de 4 provincias en el Pacto Federal de 1831, camino a la Confederación Argentina. En vísperas de guerra entre provincias del litoral y Córdoba, el General Paz cayó prisionero. Con este suceso Quiroga hizo una campaña liberando a 4 provincias integrándose al este y oeste. Nació entonces la Confederación Argentina con la estrategia desplegada por Rosas. Después de la campaña por la unión federal terminó el mandato del gobierno (1832) y fue reelegido con 29 votos a favor contra 7, pero no aceptó. Fue renombrado el 6 pero renunció nuevamente. La Sala insistió pero el general se negó. El motivo fue claro. Sin un espíritu nacional  que lo apoyara no quería gobernar. Necesitaba del intelecto unitario que no tenía conciencia nacional, mientras la administración federal muy bien intencionada carecía de él. Manifestó su deseo de volver al campo. Ante esta posición la Sala nombró a Balcarce. La Sala de Representantes en 1832, finalmente decidió que las facultades excepcionales no le serían renovadas, el gobernador entonces optó por retirarse del escenario político puesto que según su criterio la tan proclamada normalidad institucional solo podía tener una consecuencia: "el resurgimiento de la inestabilidad fomentada por pasiones políticas aún no del todo acalladas". En consecuencia, la Junta eligió a su primer ministro de guerra, Balcarce, que tras consultar con Rosas asumió el cargo el 17 de diciembre de 1832. Este ultimo emprendió entonces la "Campaña del Desierto" entre 1833 y 1834.

La Campaña del Desierto
La influencia de indios chilenos sobre los pampas preocupaba a los hacendados, y hacía tiempo que el general planeaba una guerra a los indígenas del sur, quienes robaban ganado y cometían atrocidades sobre las haciendas sin protección. Tenían intención de dominar a los indios pampas y no respetarían los tratados de paz. Desde 1831 asolaron al territorio. La carne Argentina robada por los indios y vendida en Chile perjudicaba a sus hacendados. La nominación de Rosas de Comandante de Campaña lo facultaba a evaluar la necesidad de fundar poblaciones y fortines aumentando el área habitable y aumentando los territorios aprovechables.

Durante la organización de esta expedición se desató el primero de los conflictos que a la larga revelarían la poca fidelidad de Balcarce y de su primo: el general Martínez, que comenzó a restarle apoyo a Rosas quien era su subordinado. La intención de este último era elaborar una opción a Rosas, apoyándose en un grupo de federales integrado por políticos, periodistas y sobre todo militares de carrera, para los cuales la restauración de 1829 había sido rica en decepciones. Por este motivo en las elecciones de 1833 presentó una lista llamada ministerial y también del pueblo, la que triunfa en la ciudad merced a su eficaz acción. Pero su éxito es fugaz.

De todas formas, el ex gobernador emprendió camino hacia el sur, de donde regresó coronado con el doble éxito de asegurar la frontera y de alimentar una crísis política que haría luego más fácil su regreso al poder.

El general Martínez, por su parte intentó, "mediante la intriga, desmantelar el aparato militar rosista precisamente, donde es mas fuerte, en el sur de la provincia. Así le fue...". Tras estos fallidos intentos de volcar el aparato militar de la campaña a su favor, Martínez se vio obligado a renunciar el 30 de Octubre. Mientras que Balcarce sin un apoyo importante que sustentara su agónico gobierno debió renunciar el 3 de Noviembre de 1833. La Sala eligió entonces al general Viamonte como gobernador quien asumió al día siguiente. Durante su mandato llevó a cabo una política de conciliación que intentaba asegurar la estabilidad de la provincia relegando las diferencias entre las facciones. Rosas, si bien públicamente apoyaba al gobierno en lo privado se mostraba disconforme: lo que le molestaba principalmente era su política que buscaba la conciliación. Por esta razón el gobierno debió enfrentar los continuos ataques por parte de los rosistas encabezados por Encarnación Ezcurra. Este creciente clima de violencia provocó la emigración de los federales "lomos negros" hacia Uruguay y el Interior.

El gobierno atravesaba una grave crisis política, ante su incapacidad de hacer frente a los continuos hechos de violencia y a la caótica situación económica, Viamonte presento su renuncia.

La legislatura entonces, y ante la negativa de Rosas de aceptar el cargo sin las facultades extraordinarias, decidió nombrar como gobernador a Manuel Maza.

Ahora bien, los conflictos en la región del noroeste encabezados por el tucumano Heredia (que pretendía convertirse en figura dominante de la región para poder autonomizarse de la tutela de Buenos Aires) y el gobernador de Salta, de la Torre, y la muerte de Quiroga, significaron un duro golpe para el gobierno. La ola de temor que recorrió Buenos Aires fue aprovechada por Rosas quien obtuvo finalmente los instrumentos legales que exigía, los poderes extraordinarios, pero también la suma del poder publico.

Si durante el primer gobierno, el accionar de Rosas se orientó principalmente hacia la definitiva supresión de la oposición interna y externa en Buenos Aires, en su segundo mandato, la provincia comenzó a mostrarse, "monolíticamente federal hasta en sus mínimas, y no por eso menos importantes, expresiones". Bajo estas condiciones, Rosas dirigiría una política de expansión sobre el resto de las provincias rioplatenses.

Segunda Gobernación (1835-1852)
El 13 de abril Juan Manuel de Rosas prestó juramento ante la Legislatura y asumió el mando. Por mecanismos legales y con todo el ceremonial se estableció "un régimen republicano de excepción", un régimen que para garantizar el mantenimiento del sistema representativo, concentró buena parte de las facultades de otros poderes y suspendió ciertas libertades individuales.

El orden instaurado en 1835 pretendía sostener el orden federal por encima de todo, "... y por medio de él la independencia de la Confederación, el gobierno republicano y la igualdad ante la ley", era republicano porque la legitimidad del gobierno estaba basada en la voluntad popular y había sido elegido dentro del marco institucional de la República. La opinión publica en este sentido, constituía la base de la legitimidad y poder del régimen.

La oposición y las críticas al gobierno de los llamados por Rosas "unitarios", "herejes", "impíos" etcétera, si bien no desaparecieron, la exclusión y la intolerancia política que formaba parte del "federalismo rosista", así como el terror tan característico de este régimen, provocaron un importante debilitamiento de los mismos.

El terror que aparece y se afirma en la segunda parte de la década del 30 es un instrumento de disciplina nada desdeñable, un arma de lucha política utilizada a conciencia para amedrentar a los opositores y hacer gobernable la provincia.

El uso mandatario de la divisa y del cintillo federal, así como la prohibición de expresar opiniones contrarias al rosismo, constituyeron otras formas de exclusión política.

La Sociedad Popular Restauradora, una organización parapolicial estaba encargada de la identificación y separación de los unitarios del cuerpo de la República. Su fuerza de choque, la Mazorca, llevaba adelante los asesinatos y las intimidaciones.

El federalismo rosista pretendía restaurar el orden político, económico y social, éste era vital para el sostenimiento de las instituciones republicanas. El orden federal era un orden de carácter coercitivo puesto que pretendía controlar a las provincias para encauzarlas hacia el federalismo, la tranquilidad social y el imperio de la ley. Las bases del discurso rosista se basaba en: una sociedad agraria estable, un americanismo moderno enfrentado a la tradicional Europa, la amenaza permanente de conspiradores unitarios y una "obsesión por el orden".

Rosas intentó proclamar la igualdad ante la ley como uno de los logros de su gobierno, pero esto es necesario matizarlo, ya que en la práctica, existieron importantes desigualdades. Las clases subalternas (principalmente los peones y jornaleros), por otra parte, las verdaderamente comprometidas con el régimen, fueron las proveedoras de hombres para los ejércitos de Rosas, era normal que los estancieros no cumplieran con los servicios que si llevaban a cabo estos sectores de la población, esto a largo plazo va a provocar importantes roces entre los diferentes sectores que de alguna manera, eran federales pero de diverso "grado".

Una de las medidas adoptadas en su primer año de gobierno fue promulgar la nueva Ley de Aduanas y la Ley Agraria.

Desde 1810, nuestro pais aplicaba el Sistema Librecambista, que al permitir la libre contratacion, beneficiaba a los comerciantes porteños y a sus proveedores extranjeros, pero perjudicaba a los productores del Interior.

La Ley de Aduanas de 1835, al gravar con mayores impuestos a los productos extranjeros inicio el Proteccionismo Económico que favorecio al interior sin por ello desproteger a los comerciantes porteños.

De esta forma se fortaleció la incipiente INDUSTRIA ARGENTINA: aparecieron las primeras fabricas que utilizaban máquinas a vapor, se abrieron talleres de tejidos e hilados y se multiplicaron las artesanías.

La Ley Agraria fue aprobada por la Sala en 1836, y tuvo por finalidad expandir la colonización de las tierras públicas, divididas en parcelas entregadas en Propiedad.

Las tierras públicas continuaron afectadas al pago del Empréstito contraído con la Banca Baring, pero pasaron a ser propiedad de los colonos, con garantía del Estado, de no ser molestados en sus derechos.

Del mismo modo muchos latifundios no cultivados, al ser gravados con altos impuestos, fueron devueltos al gobierno, el cual procedió a venderlos o repartirlos gratuitamente entre los soldados y empleados públicos que se comprometían a trabajarlos.

La conspiración unitaria aliada al extranjero había decidido el derrocamiento de Rosas sin escrúpulos en los medios para lograrlo. Montevideo fue el centro de esa conspiración, cuyos métodos eran el terrorismo, el asesinato, el fraude, la unión con los países extranjeros, confiscaciones. Los opositores sentenciaron a Rosas a gobernar sin un día de tranquilidad.

Los unitarios iniciaron una maniobra envolvente para sitiar a la Confederación desde el Uruguay y Bolivia, contando para ello con la ambiciosa política de la Confederación Peruano-boliviana en 1837 y antiguo apoyo unitario en el norte.

El 13 de febrero de 1837, Rosas cortaba toda comunicación con el gobierno de Santa Cruz y el 19 declaraba la guerra justificada en un extenso manifiesto.

La guerra fue deslucida. Las enormes distancias que separaban las provincias norteñas del teatro operativo, la falta de recursos, y luego, el conflicto con Francia, impidieron un accionar bélico eficiente.

La derrota de Santa Cruz constituyo un fracaso de la política expansionista de Francia en América y la determinó a intervenir en forma mas directa, iniciando un ataque contra nuestro país mediante injustos reclamos diplomáticos.

Cuando estos reclamos fueron refutados, los franceses bloquearon el puerto de Buenos Aires con sus tropas. Si bien las pérdidas económicas fueron enormes, en ciertos aspectos el bloqueo resultó beneficioso, ya que contribuyó al desarrollo de las industrias locales que comenzaron a producir artículos que hasta entonces se importaban del exterior.

Se organizó entonces una conspiración general contra el rosismo, una coalición entre unitarios y franceses. La iniciativa surgió desde Corrientes. Luego de recibir varias presiones, el gobernador se vio obligado a ceder en muchos de los reclamos.

El tratado establecía el reconocimiento de las indemnizaciones debidas a los franceses, el levantamiento del bloqueo, la amnistía a los enemigos o combatientes.

Ocupado por nuevos incidentes internacionales, Rosas consideraba la oportunidad de terminar con el problema uruguayo. Desde principios de 1841 había decretado, en represalia, el bloqueo del puerto montevideano y además busco controlar los ríos interiores. Este sitio de Montevideo deterioró repentinamente las relaciones con Gran Bretaña.

Rivera y la comisión de exiliados solicitaban una nueva intervención europea, bajo el pretexto de la mediación franco-inglesa para evitar la caída de Montevideo en manos oribistas y además inteligentemente se instrumentó una campaña periodística y literaria mundial, tendiente a demostrar la necesidad humanitaria de la intervención contra la tiranía.

Las acciones se iniciaron el 2 de agosto de 1845 con al captura de la flota argentina del almirante Brown, en el Río de la Plata, y el izamiento de las banderas de Francia y la de Inglaterra. El robo de la escuadra nacional dejo abierto el río Parana y facilitó la penetración militar y comercial de los barcos extranjeros.

Con toda prisa se armó una poderosa flota anglofrancesa seguida de 90 navíos mercantes que una ve abierto el río Paraná, llevaría los productos a Corrientes y Paraguay. Los navíos zarparon en Noviembre confiados en su fuerza. Rosas dispuso la defensa fluvial y terrestre al mando del general Lucio V. Mansilla, alguno voluntarios y tropas populares.

La resistencia se mantuvo admirablemente. Las provincias suplieron a la importación, y sus producciones artesanales crecieron en forma complementaria con la economía bonaerense.

Al cabo del tiempo, el bloqueo resultaba un fracaso político, militar y económico, por su costo y las continuas subvenciones dadas a Montevideo.

El repetido fracaso de los diplomáticos europeos agudizaba el problema y tenia visos de nunca acabar. Por ello, a comienzos de 1849, el Premier Palmerston envió a Buenos Aires a Henry Southern munido de especiales instrucciones, quién tras arduas negociaciones, anuncio que su país aceptaba la posición defendida por nuestro gobierno.

El peligro ahora no venía de Europa. Mejor dicho, ciertos intereses europeos se trasladaban a su tradicional enclave continental: el Brasil. Allí unían sus conveniencias contra la Confederación Argentina, cuya preeminencia americana, siempre desagrado a los lusitanos.

A comienzos de 1850 y culminando una larga serie de fricciones diplomáticas, la Confederación Argentina presentó al gobierno de Río muy serias reclamaciones, fundadas entre otros motivos, en las correrías que bandas armadas brasileñas, amparadas por la policía, hacían sobre el territorio del Uruguay, incluso en la zona ribereña correntina.

Brasil con graves problemas internos, y con un ejercito integrado en gran parte por mercenarios, tenia pocas probabilidades de éxito frente al poderío de la Confederación. Por ello, su Ministro Paulino soares de Souza inició un habilidoso operativo diplomático para revertir la situación. Y en estas gestiones, pronto logró un inesperado éxito, al ganar para su causa al jefe del Ejercito Argentino de Operaciones, Justo J. de Urquiza y las fuerzas que él comandaba.

La actitud de Urquiza puede explicarse por razones económicas y políticas:

·                     El federalismo rosista en la practica, subordinaba la economía de las provincias a Buenos Aires, ya que su aduana percibía las rentas de todo lo que consumía el país adquirido en el extranjero. Urquiza se oponía a estos términos.

·                     El prolongado bloqueo perjudicaba a ciertas provincias, sobre todo las del litoral, que como Entre Ríos veían impedido su comercio con el exterior, que había sido su mayor fuente de recursos.

·                     El federalismo que sostenía Rosas era muy discutido, ya que aunque solo gobernador de Buenos Aires y Encargado de la representación Exterior de la Confederación, en realidad regía los destinos de todo el país.

La alianza brasileña-entrerriana-oriental fue firmada en secreto el 29 de mayo, y el ejército argentino de operaciones entregado de esta manera al enemigo.

Rosas menospreció el poderío enemigo, creyó contrarrestarlo mediante propaganda y su conocida estrategia sociológica. El 9 de Julio presidió un imponente desfile militar y el 18 de agosto le declaró la guerra al Brasil.

Bajo estas circunstancias, se firmó el tratado definitivo de alianza el 21 de Noviembre, una vez obtenida la capitulación de Oribe y de su gobierno del Cerrito. Entre Ríos, Corrientes, Uruguay y Brasil se comprometieron a "liberar al pueblo argentino de la opresión".

Brasil contribuiría con su flota y una fuerte suma de dinero que le sería devuelto, con intereses, al finalizar la guerra..

Al constatar su derrota, Rosas abandonó el campo y regresó a la ciudad acompañado de su asistente: en las afueras escribió la RENUNCIA A SU CARGO, dirigida a la Legislatura. Luego, llegó a la casa del cónsul británico y una fragata que quedó fondeada frente a Montevideo. Luego partió para Gran Bretaña en calidad de aislado y se estableció en Southampton, alejado de toda actividad política, hasta su fallecimiento en 1877, a los 84 años de edad.

Autor:

Agustín Garrido



Siglo XIX. Cuadro de situación política y social

No hay ni puede haber buenas finanzas donde no hay buena política. Buena política quiere decir: respeto a los derechos. Aplicación recta y correcta de las rentas públicas. Protección a las industrias útiles y no especulación aventurera para que ganen los parásitos del poder; buena política quiere decir exclusión de favoritos y de emisiones clandestinas. Pero para hacer buena política se necesitan grandes móviles. […] en una palabra patriotismo […] pero con patriotismo se puede salir con la frente altiva, con la estimación de los conciudadanos, con la conciencia pura, limpia y tranquila, pero también con los bolsillos livianos. LEANDRO N. ALEM 1890.

Política Exterior:

Las controversias internas de la dirigencia argentina: Entre americanistas y europeístas, pareció dirimirse a favor de éstos últimos en ocasión de la primera Conferencia Interamericana celebrada en 1889 en Washington. Este congreso fue convocado por el secretario norteamericano James Blaine bajo el influjo de la DOCTRINA MONROE, en el marco mundial de repartos imperialistas. Durante las reuniones, la delegación argentina planteó fuertes resistencias al proyecto norteamericano de conformar una unión aduanera. Al respecto, las declaraciones de los representantes argentinos fueron elocuentes: “Es absurda una máxima de América para los americanos cuando en  Argentina el comercio, el crédito, los capitales y la inmigración vienen de Europa,  y esos son los factores reales del prodigioso progreso del país". Culminando su actuación en la Conferencia Roque Sáenz Peña hizo famosa una frase que, según Harold Peterson, resonaría durante décadas en los pasillos panamericanos: “¡Sea la América para la humanidad! Al respecto Carlos Pellegrini dijo “… no hay nación en el mundo donde el capital extranjero haya acudido en tales proporciones. Solo los que quieren ignorar estos hechos y la influencia determinante en las relaciones internacionales de estos poderosos vínculos económicos pueden hablarnos de doctrinas minoristas y creer que semejanzas de instituciones o igualdades de longitudes pueden sobreponerse en la orientación de la política internacional a los grandes intereses económicos".

Economía:

Entre 1815 y 1920 el continente americano absorbió el 97% de la inmigración intercontinental. (Fuente Dyster, Barrie y Meredith, David, Australia in the International Economy in the Twentieth Century, Cambridge, 1990, pag. 4.).
Cuando Argentina, se incorporó definitivamente al mercado mundial hacia 1880, el esquema de división internacional del trabajo vigente, basado en los principios del librecambio, estaba sufriendo transformaciones de cierta importancia. Con uno de sus polos en Gran Bretaña, la gran usina industrial del mundo, principal exportadora de producción. Manufacturados y centro financiero y de intercambio de las corrientes de comercio mundiales (el otro polo son los países periféricos encargados de proveer materia prima y alimentos).
Gran depresión en 1873 (Caen los precios en los principales mercados mundiales). Debido a un aumento masivo de la producción  y la exportación De dichos productos. En 1896 se da el BOOM de los países agroexportadores.

Marco Ideológico Interno:

Desde la sanción de la CN. 1853 y de los Códigos Civil y Comercial hasta la capitalización de BS. AS, en 1880, el país empezó a darse  (a pesar de las crisis políticas y militares, como los enfrentamientos entre BS. AS. Y el Gobierno Nacional, conflictos internacionales, guerra con el Paraguay y expediciones contra los indios) el marco institucional y la estructura política propia de un Estado nacional, proceso que se completaría luego bajo el gobierno de Roca.
En esa época se elabora el cuerpo doctrinario de ideas que dará forma a lo que algunos autores denominaron proyecto del 80, que constituyo más bien una asociación significativa entre un conjunto de ideas y de hechos gestada en las décadas previas e impulsada por pensadores y estadistas como Alberdi, Mitre, Sarmiento, Avellaneda, Vélez Sarsfield, y otros, que combatieron a Rosas,  y luego de su caída pugnaron por reorganizar el país con criterios modernos y ópticas de signo liberal que correspondían a intereses de grupos de poder cuyo difícil proceso de homogeneización se lograría a través del accionar político de Rosas, en los años siguientes.
El grupo generacional del 80 se había formado así al influjo de un positivismo más sentido que estudiado, cuyo ideal tenía una meta dignidad: la riqueza. De ese modo, el modelo del 80 queda reducido al pragmatismo de un grupo de estadistas y políticos que dadas las condiciones del país en esa época conducía inevitablemente al esquema agroexportador.
Estas ideas se resumen en tres puntos fundamentales.
- la constatación de que el desarrollo económico argentino solo podía basarse en la inserción del país en el mercado mundial, especializándose en el tipo de actividades del país en el mercado mundial. Especializándose en el tipo de actividades en la que se tenían “ventajas comparativas” (y éstas eran las que permitían utilizar el único recurso del que se disponía en abundancia y calidad, la tierra).
- la certidumbre de que para que dicha riqueza pudiera aprovecharse era menester suplir las dos carencias básicas que se tenía, la del capital, y la de la mano de obra.
- La idea de que para hacer posible ambas cosas era imperioso expandir la frontera agropecuaria, resolviendo el problema del indio y unificar el mercado interno.

Existieron diferencias entre quienes llevaron adelante el modelo y quienes lo pensaron. En materia de tierras (factor productivo principal), hasta 1870 predominó la colonización oficial tendiente a asentar en el campo colonos quiénes ayudados por el gobierno pudieron llegar a ser propietarios independientes y manejar sus tierras como verdaderos empresarios. Más tarde comenzó a prevalecer la colonización privada. En especial, para explotar tierras marginales pero ni una ni otra recibieron el impulso necesario. Pasa que luego de la conquista del desierto las mejores tierras ya habían sido repartidas, basándose en sistemas de tenencia precaria de la tierra que marcaron, en sus características, y desarrolló el proceso inmigratorio y la evolución del sector agropecuario (tener en cuenta la diferencia entre la república de Sarmiento y las bases de Alberdi).
La disputa con el indio se da por la necesidad de obtener tierras. Con posterioridad a la declaración de la independencia, se habían llevado a cabo dos campañas de conquista: Bajo las administraciones de Rivadavia y Rosas que permitieron desplazar paulatinamente la frontera.  En la década del 70, la falta de espacio llevo a una postura activa (contraria a la de Alsina, con la “Zanja de Alsina para defender la frontera”) bajo el mando del Gral. Julio A. Roca que pronto permitió disponer de todo el espacio económicamente utilizable. La tecnología jugo un papel preponderante, los fusiles Remington y el telégrafo. Por último la viruela y otras enfermedades debilitaban la capacidad de resistencia del pueblo indígena.

La zanja de Alsina




En 1879, el supuesto desierto estaba ocupado por 20.000 habitantes, según las estimaciones realizadas por los gobiernos de la época.  El balance de Roca ante el parlamento daba cuenta de lo ocurrido  con dicha población: 1313 indios muertos, 2320 guerreros y 10539 mujeres y niños  prisioneros y 480 cautivos liberados. A estos debían añadirse los que habían sido  desplazados hacia el sur y serían diezmados los años sucesivos. Como señalan Brailovsky y Foguelman, el discurso oficial trataba de eludir la contradicción de los términos: era necesario conquistarlo precisamente porque no era un desierto.

Los objetivos de la Conquista:

"…Mi idea es ésta: creo que sin grandes sacrificios se puede avanzar la línea de San Rafael sobre el río Diamante hasta el Río Grande o Colorado, o bien hasta el Neuquén. No solamente ofrecería esta operación grandes beneficios para el país, por los riquísimos campos regados por los numerosos ríos y arroyos que se desprenden de la Cordillera y que se ganarían para la provincia de Mendoza o para la Nación, sino por las ventajas que reportaría, para la seguridad de nuestras fronteras actuales, el hecho de interceptar y cortar para siempre el comercio ilícito que desde tiempo inmemorial hacen con las haciendas robadas por lo indios las provincias del sur de Chile […] Así también nos pondríamos en contacto con los indios Pehuenches, mejores preparados para recibir los beneficios de la civilización, y que tratados con energía y bondad al mismo tiempo, podrían hacerse poderosos auxiliares nuestros para la conquista y reducción definitiva del salvaje, principiando por la conquista y reducción definitiva del salvaje, principiando por el temible y belicoso pampa […] De ahí viene esa aspiración […] de poner de por medio, entre nosotros y el habitante del desierto, el rio Negro; porque todos comprenden que mientras no se haga esto, no habrá para la propiedad y vida de los habitantes de la campaña, perfecta seguridad, quedando siempre sujetos a ver aparecer entre las poblaciones fronterizas la siniestra figura del indio".

(Carta del Gral. Roca al redactor de La Republica, Rio IV, 24 de abril de 1876)

LA CONSOLIDACIÓN DEL ESTADO-NACIÓN Y LAS NECESIDADES DEL SISTEMA: LA EXPANSIÓN DE LAS FRONTERAS Y EL CORRIMIENTO OVINO.

Según venimos diciendo, y al menos hasta avanzado el siglo XVIII, el desconocimiento del interior patagónico era casi total para los argentinos, con la sola excepción de la costa atlántica. Recién hacia 1782, cuando Basilio Villarino navegó el río Negro, se conocieron las características geográficas del norte patagónico, así como la antigua práctica de los grupos indios de trasladar haciendas desde la llanura bonaerense al mercado chileno. En ese sector, los ganados eran arreados por los valles de los ríos Colorado y Negro, sirviendo la isla de Choele Choel como campo de engorde antes de emprender el esforzado cruce de los Andes. El mismo Villarino ya sugería en esos años establecer un fuerte en la confluencia de los ríos Limay y Neuquén y ocupar con fuerzas militares la isla, para cortar el permanente tráfico comercial y las incursiones indígenas hacia el este.
Los primeros gobiernos patrios, envueltos en permanentes luchas externas e internas, sólo efectuaron campañas militares sobre las tierras indígenas cuando la creciente expansión ganadera comenzó a exigir la ampliación de las fronteras productivas, pero el interior patagónico seguía siendo dominio indiscutido de los grandes caciques. Luego de que Rosas avanzara hasta la isla de Choele Choel, una hábil política cooptativa de acuerdos y alianzas se instalo entre ambas sociedades, abriendo un periodo de convivencia posible no exento de conflictos. Este mundo fronterizo así construido, solo fue posible en la medida en que la economía argentina no reclamaba todavía la ampliación del área ganadera en función de las limitadas necesidades exportadoras del sistema. Pero, en la segunda mitad del siglo XIX, las condiciones mundiales cambiaron y el país se insertó más decididamente en un mercado internacional que día a día aumentaba la demanda de materias primas y alimentos. La ampliación de las fronteras productivas se convirtió entonces en una necesidad ineludible del sistema.
Si en el nuevo contexto socio-económico la convivencia ya no era posible, tampoco lo era en el político. A la expansión del país en el marco del capitalismo dependiente, le correspondió el crecimiento del poder estatal como necesaria instancia articuladora de la sociedad civil. Esto derivó en la urgencia de conformar un sistema de dominación estable, que permitiese imponer el “orden” y asegurar “progreso” con la preservación del sistema. Los gobiernos surgidos después de Pavón (1861) aseguraron las condiciones propicias para la institucionalización del poder estatal, consolidado en las décadas siguientes con alcances nacionales. Se pondrían en práctica entonces formas más diferentes para el control de los territorios indígenas no sometidos al sistema productivo y al nuevo esquema de dominación.
Si bien lo conquista de los territorios indígenas tuvo su justificación ideológica en el proclamado objetivo de superar “la barbarie” para asegurar  “la civilización y el progreso”, hubo también una causa económica que devino de los intereses concretos de los sectores dominantes, para entonces seriamente afectados por los malones indios y el permanente fluir de sus haciendas a Chile. La persistencia de la frontera interna se había convertido en la principal traba a la expansión de estos sectores, vinculados comercial y financieramente a las potencias económicas de momento, particularmente Inglaterra. El crecimiento económico del país exigía la incorporación de nuevas tierras que aliviaran la presión pastoril sobre la llanura bonaerense, permitiendo el incremento de los volúmenes de producción para una correcta propuesta a la demanda europea de lanas y carnes. Por otra parte, el surgimiento del frigorífico había derivado en una importante reorientación productiva hacia animales con aptitudes carniceras, provocando el desplazamiento de los ovinos productores de lana hacia las áreas patagónicas, en tanto que la pampa húmeda se reservaba para la crianza de ganados más refinados y el cultivo de cereales.
            La necesidad de incorporar suelos menos favorecidos para la expansión de la ganadería extensiva en sus diferentes rubros, más la inversión especulativa en tierras, muy importante en esos años, son entonces el macronivel de análisis en el que necesariamente debe inscribirse el modelo de expansión territorial con bajo poblamiento, que en términos generales caracterizó la ocupación de los territorios patagónicos.

LA CONQUISTA MILITAR Y LA DESESTRUCTURACIÓN SOCIAL DEL ESPACIO INDÍGENA.

Con el avance del siglo XIX, y debido al importante crecimiento de la economía exportadora, aumentó aceleradamente la privatización de los recursos productivos, incrementándose en consecuencia la práctica del malón (acto de saqueo organizado que debe también ser entendido como una estrategia de supervivencia económica de la sociedad indígena frente a los cambios mencionados). Sin duda, esta práctica afecto los intereses de los ganaderos bonaerenses, generando una fuerte competencia entre estancieros y caciques y acrecentando la preocupación de los gobiernos por extender la frontera interna del país y consolidar definitivamente la soberanía nacional en los territorios indios.
Así se sucedieron en pocos años, en lo que toca al sur del país una serie de campañas con distintas estrategias militares, desde la “zanja” defensiva, ideada en 1876 por Adolfo Alsina en el oeste de la provincia de Bs. As. Hasta el avance definitivo sobre el río Negro llevado a cabo por su sucesor, Julio A. Roca, en 1879, con el financiamiento de los propios sectores interesados (Ley de Empréstito de 1876). Simultáneamente, se dictó la Ley 954. de 1878, denominada Ley de Fronteras, por la cual se disponía la creación de la Gobernación de la Patagonia con la jurisdicción en la zona comprendida entre el rio Colorado y el cabo de Hornos, colocando a su frente al Cnel. Álvaro Barros. La población fronteriza de Carmen de Patagones, en la provincia de Bs. As. Perdió así su jurisdicción sobre la margen sur del río negro, lugar donde el asentamiento de Mercedes de Patagones, (hoy Viedma), se constituiría en la capital de la nueva gobernación, y desde donde se desplazaron sucesivas expediciones militares contra los territorios indígenas. En coincidencia con la más conflictiva relación existente con las tribus afincadas al norte del río Negro, el primer avance de la conquista se orientaría hacia ese objetivo.
Desde la denominada Campaña del Desierto (1879) en adelante (donde desierto debe entenderse como sinónimo de barbarie) o lo que es lo mismo, “vacio de civilización”, las sucesivas etapas en  que se planeó el definitivo sometimiento de la sociedad indígena regional se centraron en el territorio de Neuquén, o “territorio del triángulo” como se lo denominaba en la época, cuyos fértiles valles cordilleranos estaban densamente poblados y protegidos por una accidentada geografía.
De acuerdo con el plan trazado por Roca, la primera y cuarta divisiones, de las cinco que integraban la expedición, debían cerrar en movimiento de pinzas el área pampeana-norpatagonica, en tanto que las otras tres debían “barrer sistemáticamente” el territorio para evitar que quedaran “tribus hostiles” detrás del nuevo avance. De ellas, solo la cuarta penetro realmente en el territorio de Neuquén. Partiendo del sur de Mendoza a las órdenes del Cnel. Uriburu, esta división recorrió el noroeste neuquino y estableció su asiento general en el Fuerte IV División (luego Chos Malal), en la  confluencia de los ríos Curi-Leuvu y Neuqen , en un lugar central como nudo de circulación y tránsito de los grupos indígenas de la región. Desde allí se desplazaron fuerzas con destino a la confluencia de este último río con el Limay, para encontrarse una línea de fortines con el objeto de consolidar la defensa militar, que tendría desde entonces el comando general en Choele Choel, bajo las órdenes del Gral. Conrado Villegas. Sin embargo, y a pesar del enorme avance, sólo el noroeste y el curso del río Neuquén habían sido efectivamente ocupados por las fuerzas militares en esta primera etapa. En 1880 partirían nuevamente tropas desde el Fuerte IV División hacia el sur con el propósito de dominar los valles controlados por el cacique Purrán, a quien se hizo prisionero, y evitar futuros desplazamientos indígenas entre la pampa y la cordillera. El reconocimiento y ocupación del resto del área andina norpatagonica serían los objetivos de la expedición de 1881 (Campaña de Nahuel Huapi), de tres brigadas, que partiendo de distintos puntos debían reunirse en el lago de ese nombre con el objeto de impedir cualquier posible retirada hacia Chile.
Un año después, las lanzas de los caciques Sayhueque, Reuquecura y Namuncurá atacaron el fortín Primera División, ubicado en las proximidades de la confluencia de los ríos Neuquén y Limay. Este importante avance sirvió para justificar la necesidad de ejercer un control más efectivo de los principales pasos cordilleranos, en especial luego de haberse iniciado en Chile la campaña militar contra la Araucania, que de hecho provocaría nuevos desplazamientos indígenas a través de los Andes. Así se proyecto una tercera campaña al mando de Villegas durante los años 1882-1883. Llamada Campaña a los Andes de la Patagonia con un cambio en la estrategia militar. En vez de avanzar en grandes columnas, se procedería a establecer una serie de asentamientos militares en el área andina con objeto de controlar los valles e impedir el posible reingreso de los grupos indígenas, completando de ese modo la total ocupación militar de la zona norte.
Desde otro frente, una seria de acciones militares dirigidas por el general Vintter, ahora gobernador de la Patagonia, llegaron hasta Rawson, en el área de colonización galesa, por la vía marítima y desde allí, por tierra hasta Valcheta, importante punto de comunicación de los grupos indígenas del sur. Desde el fuerte instalado en ese lugar partieron las sucesivas expediciones comandadas por el Cnel. Lino Roa, que barrieron entre 1883 y 1884 toda la meseta central patagónica hasta la precordillera, haciendo prisioneros al cacique Orkeke y su gente, que nunca se habían resistido a la autoridad de los blancos. De esta manera se controló el área ubicada entre el río Senguer y la cordillera, donde se habían refugiado los grupos rebeldes. Desde el Nahuel Huapi partieron finalmente las expediciones militares que llegaron hasta el noroeste de Santa Cruz, persiguiendo a los últimos sobrevivientes por territorios que sólo se conocían a través de los relatos de Musters y Moreno. La batalla de los llanos de Appeleg, librada en febrero de 1883, entre las tribus de Inacayal y Foyel, y las tropas de Villegas, quebró finalmente la resistencia indígena y abrió el acceso a los ricos valles chubutenses. Durante el año siguiente se fueron sometiendo los últimos caciques, entre ellos Namuncurá, y recién en 1885 se logro la rendición total de Sayhueque. Al sur del río Deseado fueron los nuevos dueños de la tierra los encargados de completar el exterminio indígena.
En 1895 se creó la división de los Andes con asiento en el Fuerte General Roca, en el Territorio de Rio Negro, bajo el mando del Gral. Enrique Godoy, quien consideró conveniente reforzar la presencia de efectivos militares frente a la cordillera con el asentamiento de población civil para asegurar líneas de defensa. De este modo se dispuso la creación de varios pueblos en Neuquén, como Las Lajas (1896) y San Martín de los Andes (1898). Ningún asentamiento blanco argentino había en esta zona, solo pobladores chilenos e indígenas integraban la sociedad fronteriza compartiendo sin mayores conflictos el uso de la tierra y los recursos económicos. Tal es el caso de la población de Malbarco (hoy Varvarco) ubicada en el noroeste neuquino, con casi 600 habitantes entre indios, chilenos y mestizos.
Dos estancieros provenientes de Chile estaban sólidamente instalados en esa zona a la llegada de las fuerzas militares, en tierras que arrendaban a los caciques picunches, lo cual permite suponer un grado de complejidad en el funcionamiento social de la región todavía no totalmente estudiado. Las mismas fuentes militares que describen los asentamientos de los indios, donde se destaca la presencia de sembradíos con acequias para riego y corrales para el resguardo de los animales, así como el control ejercido sobre los campos de invernada y veranada para asegurar la práctica de la trashumancia (traslado estacional de ganado). La actividad agrícola, por influencia araucana, se vinculaba al consumo interno de la comunidad, en tanto que la ganadera era la base de un activo comercio con Chile. En este sentido, el área andina norpatagonica aparecía ya funcionando en esa etapa con una estrecha vinculación con las ciudades chilenas vecinas como Chillán, Angol y Antuco y con sus principales puertos sobre el Pacífico sur, como Valdivia y Concepción.
El proceso de consolidación del Estado y el consecuente éxito de la conquista militar de los espacios indígenas derivaron entonces en la afirmación de la definitiva soberanía nacional sobre los territorios patagónicos. A medida que las tribus fueron diezmadas por el ejército, los ganaderos o las enfermedades del blanco, se fue produciendo una nueva modalidad de ocupación del espacio patagónico junto con un proceso de desestructuración cultural de la población nativa sobreviviente. La presencia estatal implicó la imposición de nuevas formas de relaciones sociales, particularmente visible en el proceso de apropiación privada de los recursos productivos, con lo cual se dañaba el basamento principal de esta cultura: su relación con la tierra. La venta indiscriminada de alcohol por su parte, fue quizás el elemento de penetración más fuerte y destructivo de la sociedad blanca sobre la indígena y la base del enriquecimiento de no pocos comerciantes de la región, aunque también la preocupación central del aparato judicial del Estado, que atribuía a “ranchos” y “boliches” un rol determinante en la reproducción de los “vicios” de la cultura popular. El control de estos ámbitos domésticos de sociabilidad fue entonces una de las estrategias más importantes para evitar tal reproducción y garantizar la proletarización necesaria al nuevo sistema, tal y como se pretendía con el “Código Rural para los Territorios Nacionales”, dictado en 1894.
La instalación de formas capitalistas se materializó también en la presencia de una serie de conflictos, compartidos con los sectores blancos subalternos, que fueron minando la organización social de los grupos nativos. La aparición del cuatrerismo, asociado al robo de ganado, dio lugar al surgimiento de una franja marginal de población, integrada por indios, blancos y mestizos, que usaba la cordillera como protección y vía de salida comercial de los bienes capturados, convirtiendo también al espacio andino en un ámbito de reproducción cultural. La desintegración sistemática del orden social indígena habría derivado finalmente en su “incorporación” a la sociedad blanca en términos absolutamente marginales. A la destrucción de las familias en el exilio forzoso (donde los hombres fueron hechos prisioneros y ocupados en el ejército o en las fábricas y las mujeres y niños distribuidos en instituciones salesianas o entre importantes familias porteñas para servicios personales) se agregaron distintas formas de supervivencia en la región misma, siempre sobre la base de pequeños grupos reducidos en terrenos de mala calidad, con condiciones materiales de vida que aumentaban la marginalidad y la pobreza.
Ningún plan orgánico ni legislación apropiada permitieron la reivindicación de estos grupos, invariablemente sometidos a los inescrupulosos intereses de los grandes comerciantes y latifundistas patagónicos. Tal es el caso, por ejemplo, de la familia de Valentín Sayhueque, que con sus 222 miembros ocupó  en el territorio de Chubut la “Colonia Pastoril General San Martín”, creada en 1895 con el objeto de radicar a los pobladores indígenas.
Luego del arrendamiento de dos leguas efectuado por el cacique a un comerciante, que fue transferido a una importante firma patagónica, se habría generado una presunta deuda impaga de la familia Sayhueque que derivó en un juicio de larguísimo trámite, como resultado del cual las tierras se remataron en 1930. Los descendientes del “Emperador del País de las Manzanas” debieron abandonar el área y sobrevivir dispersos en la total indigencia.



Esteban Echeverría: “La Cautiva” (1837) Fragmento.


“Feliz la maloca ha sido; 
Rica y de estima la presa 
Que arrebató a los cristianos; 
Caballos, potros y yeguas, 
Bienes que en si vida errante 
Ella más que el oro aprecia; 
Muchedumbre de cautivas, 
Todas jóvenes y bellas.”



ORGANIZACIÓN DEL TERRITORIO

Tras someter a la sociedad indígena, pronto se hizo evidente la necesidad de poner en marcha una política de organización interna de los espacios apropiados por el Estado Nacional, y se procedió al ordenamiento de los nuevos territorios en unidades administrativas más pequeñas que el vasto espacio físico comprendido por la Gobernación de la Patagonia. Así se dictó, en 1884, la Ley 1532, que creó los territorios nacionales de Neuquén, Rio Negro, Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego, así como los de Chaco, Formosa, Misiones y La Pampa, y estableció sus superficies, límites, formas de gobierno y administración.
Hasta su conversión en provincias y la elección de su primer gobierno constitucional a mediados de la década de 1950 (con la sola excepción de Tierra del Fuego que conservó su anterior condición), los territorios nacionales fueron simples divisiones administrativas carentes de toda autonomía. Sus gobernadores, designados por tres años, por el Poder Ejecutivo Nacional con acuerdo del Senado, debían cumplir y hacer cumplir las disposiciones emanadas del gobierno central.
Con la ocupación de estas regiones se produjo entonces una redefinición del espacio territorial argentino, donde importantes superficies quedaron bajo el control político de las autoridades nacionales en condiciones jurídicas muy distintas de las de las provincias. Con un evidente principio homogeneizador se legisló para el conjunto, sin atender a las especificidades, convirtiendo a los Territorios Nacionales en entidades marginales de naturaleza marcadamente híbrida. De hecho, se los pensaba como “provincias en ciernes” que debían depender tutorialmente de las autoridades centrales hasta tanto alcanzasen, por simple desarrollo evolutivo, las condiciones de gobernabilidad necesarias como para acceder a los beneficios del sistema federal de gobierno. El Poder Ejecutivo designaba a los funcionarios, repartía las tierras, recaudaba las rentas y fijaba los impuestos, con una pesada burocracia centralizada que quitaba eficiencia a la administración territorial, convertida en una simple delegación, con autoridad muy limitada y escaso presupuesto para hacer frente a los gastos corrientes. La falta de representantes en el Congreso y la negación de los derechos políticos a sus habitantes (las únicas elecciones populares previstas por esta ley eran las de los jueces de paz y concejos municipales en las localidades con más de mil habitantes) eran una muestra más del fuerte control ejercido. Ello se agravaba con el incumplimiento de las propias disposiciones de la norma en lo referente a la conformación de Legislaturas y a la provincialización de los territorios cuando superasen los 30 y los 60 mil habitantes, respectivamente.
Como es sabido la Ley electoral de 1912 constituyó el intento más importante en la etapa por construir la ciudadanía política a nivel nacional, pero la negación de los derechos políticos a los habitantes de los territorios solo se modificaría sobre los fines de la década de 1940 con la significativa ampliación social de la ciudadanía efectuada por el gobierno peronista.

LA TRANSFORMACIÓN DE LA SOCIEDAD Y EL ROL DE LAS MISIONES: SALUD Y EDUCACIÓN

Completada la ocupación militar, se inició el “disciplinamiento” material y moral de la sociedad nativa a los efectos de lograr su adaptación a las nuevas pautas culturales. Fue en esta tarea donde a los mecanismos coercitivos del Estado se sumó la Iglesia como natural custodia de la moral pública finisecular y pieza fundamental del cambio social. En la región, la obra más importante en este sentido la realizaron los salesianos, comisionados por Don Bosco, bajo la dirección del presbítero Juan Cagliero, quien se hiciera cargo del Vicariato Apostólico de la Patagonia creado en 1883.
Cabe mencionar también la presencia de los misioneros anglicanos en Tierra del Fuego, liderados por el reverendo Tomás Bridges, provenientes de Malvinas e instalados desde 1871 en la actual ubicación de Ushuaia.
La penetración más definida de los grupos salesianos en Patagonia se produjo cuando los sacerdotes Costamagna, Espinosa y Botta se incorporaron a las tropas militares de Roca. Constituidos los territorios nacionales, la orden inició su tarea con el apoyo económico de distintas instituciones europeas y argentinas, sobre la base de un metódico plan consistente en la creación de centros misionales desde los cuales se pretendía ejercer la labor transformadora de la sociedad local.
Se realizó primeramente el reconocimiento de las regiones y de la población autóctona, para procederse luego a la fundación de residencias distribuidas en puntos estratégicos de la región, que hacían las veces de iglesias, internados, escuelas de arte y oficios, de agricultura y primeras letras, hospitales, imprentas , etcétera. Así surgieron, entre 1889 y 1913, una serie de centros ubicados en Carmen de Patagones, Viedma, Gral. Roca, Conesa, Choele Choel, Junín de los Andes, San Carlos de Bariloche, Rawson, Trelew, Madryn y Comodoro Rivadavia. En la Patagonia austral, las primeras misiones se establecieron en 1885, al nombrarse capellán del territorio de Santa Cruz a José Beauvoir, quién acompañado por Domingo Savio, fundó la Reducción de la Candelaria en Tierra del Fuego, punto desde el cual se inició la conversión religiosa de los onas y otros pueblos canoeros del área del estrecho, tarea compartida con los misioneros de Punta Arenas.
A esta orden religiosa se debe la creación de los colegios salesianos y de María Auxiliadora, así como de los primeros hospitales de caridad. Misioneros como Milanesio, Vacchina, Mignone y otros, recorrieron en varias oportunidades el interior del país para ocuparse de las tribus indígenas dispersas. A falta de establecimientos de reclusión adecuados en los territorios federales del Sur, un decreto del presidente Luis Sáenz Peña les asignó a los institutos salesianos la custodia de los niños abandonados y de los menores y mujeres procesados, con lo cual se confirió también a esta orden un rol importante en el disciplinamiento material de la sociedad, especialmente cuidadoso con los grupos que todavía requerían la “tutela” institucional. La apelación a una “moral pública” a través del discurso eclesiástico, en una sociedad y en una región donde la supremacía masculina no se discutía, provocó la frecuente internación de mujeres en los institutos salesianos.
No pueden desconocerse las iniciativas que en los aspectos productivos desplegaron los miembros de la orden, como la instalación de tendidos eléctricos y de agua corriente, de telégrafos y teléfonos, y la construcción de caminos y observatorios meteorológicos; la creación en Tierra del Fuego de un establecimiento ganadero de educación rural práctica, la introducción de ovejas desde Malvinas y la instalación de la primera hilandería y de un aserradero con mano de obra indígena. En Río Negro, los salesianos realizaron ensayos de cultivo de vid y árboles frutales, colaborando en la construcción de las primeras obras de riego. A principios de siglo, fundaron en Viedma y Rawson los periódicos “Flores de Campo” y “La Cruz del Sur”, respectivamente. Puede decirse, de esta manera, que esta orden religiosa completó la obra estatal de transformación de la sociedad nativa (especialmente en el ámbito educativo) como objetivo explícito del nuevo sistema de dominación impuesto desde la conquista militar del espacio patagónico.

PLANO DE LA NUEVA LINEA DE FRONTERAS SOBRE LA PAMPA - 1877

El plano del sargento ingeniero Jordán Wysocki refleja, un año antes de emprenderse las operaciones ordenadas por el general Roca, la precariedad de conocimientos que se tenían acerca de aquella región. Las tribus indígenas dominan todo el territorio fuera de la línea de la frontera recién avanzada. La carta refleja algunos errores fáciles de advertir, debido a la falta de información exacta. No figura en ella el lago Nahuel Huapi donde nace el Limay que, junto con el Neuquén, forman el rio Negro. Tampoco está señalado el río Curacó, desague de la laguna Urre Lauquen en el Colorado, ni las sierras de Lihué Calel en La Pampa.

PLAZA DE MANIOBRAS DE LOS CORACEROS EN PUAN 

Las tropas en sus cuarteles de Puán, Prov. De Bs As., con las corazas de que se había provisto a los soldados por orden del Ministerio Alsina. Ni las corazas ni las lanzas de madera fueron del gusto de los soldados, que consideraban aquellas un estorbo inútil, y estas últimas ineficaces ante los largos y flexibles coligues de los indios. Siempre dieron sus preferencias al sable, hasta que se les proveyó del Remington, arma de fuego que les aseguro superioridad ante los indios. 

AUXILIARES INDÍGENAS

Indios amigos del Cacique Linares, a quien se distingue sentado entre dos oficiales del ejército nacional. Los indios fueron auxiliares muy útiles en muchas ocasiones, por su conocimiento de territorio y de sus recursos, habiendo combatido con bravura en más de una oportunidad, como ocurrió con los caciques Coliqueo y Cipriano Catriel en la batalla de San Carlos, en 1872, donde el Gral. Ignacio Rivas derrotó a las huestes de Calfucurá. 

EL EJÉRCITO EN LA RIBERA DEL RIO NEGRO

El 25 de Mayo de 1879, el Gral. Roca envió un mensaje telegráfico al Presidente de la República, Dr. Nicolás Avellaneda: “Desde ayer estoy campado en la margen izquierda del Río Negro. En estas apartadas latitudes me ha parecido más puro y radiante el Sol de Mayo. Hoy lo hemos saludado al asomarse en el horizonte con salvas y otras pompas militares. Nada ha habido que lamentar en estas marchas a través del desierto más completo, con una fuerza completa que todo lo ha tenido que traer consigo, sacerdotes, sabios, mujeres, niños y hasta los perros y demás animales domésticos de las guarniciones, lo que daba a la columna el aspecto de un éxodo, de un pueblo en marcha que se traslada en busca de un clima y suelo propicios donde plantar sus tiendas. Saluda y felicita a V. E. su servidor y amigo" – Julio A. Roca.”

TOLDO INDÍGENA CON SUS MORADORES

Los indígenas habitaban en precarios toldos hechos de cuero de caballo, como este que muestra la fotografía, perteneciente a Mañacaike y su familia. Dentro del toldo dormían todos los miembros de la familia y los perros, sobre cueros de oveja y de guanaco. Para los viajes, el toldo era desarmado y todos sus elementos, horcones y cueros, apilados sobre el lomo de los caballos de carga. Las mujeres se encaramaban habitualmente sobre aquella acumulación de enseres domésticos. La ropa que visten estos indígenas es de fabricación ciudadana, la que obtenían por trueque de sus cueros y plumas y por el saqueo de las poblaciones cristianas. También se la entregaba el gobierno a cambio de su promesa de no invadir.

EVANGELIZACION DURANTE LA CAMPAÑA



Evangelización durante la campaña”(1879) 
(FOTO DEL ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN)


Grupo de mujeres y niños capturados o presentados voluntariamente durante la campaña de 1879, y a los cuales imparten instrucción religiosa los sacerdotes que acompañaron al General Roca. En el centro se halla el provisor y vicario general de la diócesis de Buenos Aires, mas tarde arzobispo de la misma sede, monseñor Mariano Antonio Espinosa, cuyo diario de campaña contiene noticias de gran interés. Con la incorporación de sacerdotes al diario, tuvo lugar el primer contacto con la Patagonia de los misioneros salesianos que tan vasta y perdurable obra han realizado y realizan en aquella región.

CONFLUENCIA DE LOS RÍOS LIMAY Y NEUQUEN Y SIERRA ROCA

La confluencia de los ríos Limay y Neuquén es origen del gran río llamado Negro. Hasta este punto llego el General Julio A. Roca el 11 de junio de 1879. Durante la campaña de Rosas, en 1833, el General Ángel Pacheco alcanzó, asimismo, aquel punto. Desde donde emprendió el regreso después de enviar sendas partidas exploradoras por los dos ríos. 

TERMINAL DEL TELÉGRAFO

Interior de la oficina telegráfica del Fortín 1ª. División. Puede observarse sobre la mesa una calavera, proveniente, sin duda, de algún enterratorio aborigen vecino, y que ayudaría a aquellos bravos a tener presente la inminencia de la muerte. Vale la pena observar también la hermosa estampa del paisano parado junto a la puerta. En este lugar, ubicado aproximadamente en el sitio que actualmente ocupa la ciudad de Cipoletti, en la provincia de Río Negro, terminaba la línea telegráfica tendida por el ejército nacional.

Terminal del Telégrafo (1779)
FOTO ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN.


TOLDOS INDÍGENAS EN QUILACHENQUIL

Los toldos del capitanejo Millamain en Quilachenquil, lugar situado sobre el arroyo Cura Culén, seis leguas antes de llegar al Paso Pucayen, a 1200 mts. de altura sobre el nivel del mar, se puede apreciar el corral para la caballada a corta distancia de las habitaciones, así como el paisaje característico en un valle abrigado y con buenos pastos. 

NAMUNCURA SE ENTREGA A LA MAGNANIMIDAD ARGENTINA



Namuncurá se entrega a la magnanimidad Argentina.” (1884) 
FOTO ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN.


Quebrada la resistencia de los aborígenes, dispersas las tribus, sometidos los caciques menores y los capitanejos, sujetos hombres, mujeres y niños a la influencia morigeradora de los misioneros; ocupadas las tierras pampeanas y cordilleranas, los grandes jefes sobrevivientes no tuvieron mas remedio que entregarse. El 24 de marzo de 1884 el cacique principal Manuel Namuncurá se presentó al destacamento militar del fortín “Paso de los Andes”, previa seguridad de que se lo trataría con decoro. Las gestiones se realizaron a través del sacerdote salesiano, P. Domingo Milanesio, y con la rendición de Namuncura, seguida poco más tarde por la Sayhueque, se esfumó la ultuma ilusión de resistencia indígena. Namuncura era nacido en Chile, como su padre, el terrible Calfucurá. Nunca pudo ser apresado por las tropas expedicionarias, pero se vio obligado a huir una y otra vez hasta refugiarse, finalmente, al oeste de los Andes. Prefirio, sin embargo, entregarse a las autoridades argentinas, que lo trataron con generosidad. En nuestra tierra había recibido en el bautismo el nombre Manuel, siendo su padrino el general Justo José de Urquiza. En las tierras otorgadas por el gobierno argentino sobre el Aluminé hizo su primera comunión, ya pasados los ochenta años de su edad, y aquí, en Chimpay, nació de una cautiva cristiana, su hijo Ceferino, muerto en plena juventud, antes que su padre. La fotografía muestra a Namuncurá en 1884, en Buenos Aires, después de su entrega voluntaria. El cacique viste el uniforme militar que se le había obsequiado, luce en la oreja de un aro de oro, y se halla acompañado por dos de sus mujeres, posiblemente Rosario Burgos e Ignacia, entre las cuales se halla su hermana Canayllancatu Curá, principal apoyo para la obtención del cacicazgo general a la muerte de su padre. En primer plano, su hijo Juan Quintunas, y detrás sus hermanos Vicente Millá Curá y Curúmanque Curá, su sobrino Juan José Levi Curá y el interprete Regino Islas.

La naturalización de los extranjeros fue una cuestión sumamente debatida en la  Argentina de fines del siglo XIX y muy vinculada a los esfuerzos realizados en orden a nacionalizar a los inmigrantes que llegaban por oleadas al país. Este trabajo evalúa la evolución de dicho fenómeno en la provincia de Santa Fe, una de las parcialidades en las que más se hizo sentir el peso de la presencia inmigratoria. Quienes habían optado por naturalizarse argentinos, en su mayor parte, eran extranjeros  que residían en alguna de las principales ciudades de la provincia (Rosario, Santa Fe, Esperanza) y que mantenían estrechos lazos con la sociedad receptora, en la que desempeñaban cierta cuota de poder, a despecho de lo afirmado en 1884 por el director del Colegio Nacional de Rosario y poco después diputado nacional, Eusebio Gómez: "Ha podido observarse que son los extranjeros que desempeñan puestos de honor, de  responsabilidad y de confianza en la República los que resisten la adopción de nuestra ciudadanía en la mayoría de los casos. Pareciera que aquellos que tienen más conciencia de su propio valer, fueran los más empeñados en retener todos los beneficios sin ninguna de las cargas”.
La nacionalidad de origen de los naturalizados era variada. De todos modos, es posible determinar, en esos primeros tiempos, una mayor predisposición a adoptar la ciudadanía argentina por parte de los españoles, ya que marchaban al frente con diez casos, en tanto representaban para 1887 sólo el 6,5% del total de extranjeros. Los italianos, que seguían con ocho casos, en cambio, demostraban escasa tendencia a naturalizarse si se tiene en cuenta que eran el grupo étnico extranjero más numeroso (68,5%). Seis alemanes, cuatro suizos, tres franceses, dos austríacos, un ruso, un uruguayo, un brasileño y un boliviano, junto a un caso en el cual no se ha podido determinar la nacionalidad, completaban el panorama. Por entonces, ya habían comenzado a hacerse en el país propuestas a favor de la naturalización de los extranjeros. El tema había cobrado notoriedad pública por primera vez en 1881, cuando corrieron rumores de que el Ejecutivo nacional presentaría al Congreso un proyecto adoptando una fórmula similar a la norteamericana, y El Nacional de Buenos Aires se pronunció a favor. La falta de oportunidad de la medida, en un país poco poblado y carente de un auténtico respeto por los derechos y garantías constitucionales, fue el argumento utilizado por la prensa de oposición de la provincia para rechazar la innovación propuesta: "mientras esos derechos políticos y esas garantías sean ilusorios, letra muerta, los extranjeros han de preferir ser extranjeros y reemigrar antes que ser argentinos, y lo peor de todo es que han de aconsejar a sus hijos que lo sean también para garantirse contra los abusos de los que mandan." Dos años después, el liberal rosarino Estanislao Zeballos, como diputado nacional, presentaba un proyecto de ley vinculado al tema. Para simplificar los mecanismos previstos en 1869 por la Ley de Ciudadanía, Zeballos sugería que no fuese indispensable la presentación del interesado ante el juez federal; en lugar de ello, las solicitudes serían entregadas a empleados de una Sección de Naturalización creada a tal efecto, que estarían repartidos por todo el país y se encargarían de continuar las gestiones hasta su finalización. Para hacer más atractiva la idea de adoptar la ciudadanía, además, Zeballos se inclinó a favor de una política de incentivos, que intentó promover varias veces en su vida: la primera de ellas, precisamente en 1883, al proponer, siguiendo el ejemplo de Estados Unidos, que el extranjero que quisiera adquirir tierra pública debía naturalizarse. Por otra parte, como candidato (infructuoso) a gobernador de Santa Fe en 1884 por el Partido Constitucional, Zeballos se ocuparía de que la naturalización entrase en la agenda de la plataforma política del que ha sido considerado un antecedente importante de los partidos modernos argentinos.
Otro legislador santafesino,en este caso diputado provincial, se manifestaba asimismo en pro de la naturalización. Se trataba de Dámaso Centeno, quien en 1886 argüía que, a fin de lograrla, debían eliminarse los privilegios de que gozaban los extranjeros manteniéndose en ese estatus (sujeción a tribunales especiales, protección diplomática y exclusión del servicio militar). Sostenía que la participación del "elemento extranjero traería a nuestra sociedad política lo que le falta; fuerzas conservadoras, resistencias sinceras a las tentaciones del espíritu anárquico". Por ello, debían otorgarse al extranjero derechos políticos, a tal fin presentó un proyecto en la legislatura santafesina, y promover su naturalización. Por ese entonces, Nueva Epoca, el diario oficialista de Santa Fe que respondía al gobernador José Gálvez, si bien rechazaba la propuesta de Centeno, sostenía que las leyes argentinas daban liberalidades excesivas a los extranjeros y que era menester nacionalizarlos. 
Los extranjeros naturalizados en su gran masa formarán el elemento conservador y su política debe limitarse en primer lugar a asuntos de orden económico, trabajando para el progreso material y el bienestar general de la población" y, en segundo lugar, al ejercicio del derecho al voto. Era esta concepción, bastante distinta de lo que proponía La Unión, el periódico radical de Esperanza dirigido por Enrique Stein y vinculados desde sus orígenes al CPE, que instaba a los naturalizados a alinearse tras la Unión Cívica Radical y a defender las instituciones con las armas, si fuese necesario: "Sepa el pueblo argentino que el hermano naturalizado es pacífico, modesto y laborioso y no quiere más que ganar su pan y vivir en un país administrado con honradez; pero sepa el pueblo argentino también que el ciudadano naturalizado no se deja pisotear, que sabe defender sus libertades y sus derechos como las instituciones de su segunda patria y si es necesario, también con las armas en la mano!"
Durante un importante lapso de años el Gobierno Provincial efectuó varias campañas de afirmación de sus fronteras haciendo más seguro el territorio; hacia 1886 se logra la configuración espacial que hoy posee la provincia. Al cambiar la concepción política e ingresar la inmigración europea a partir de 1856, comienza la etapa de la colonización agrícola y fundación de pueblos; que es la ocupación de los espacios interiores que permanecían vacíos. Este proceso tendrá entre 1880 y 1895 el período de su mayor expansión. Los inmigrantes de origen suizo primero, luego los italianos del Piamonte, Lombardía y de otras regiones, como también franceses, españoles, judíos entre otros se fueron asentando en las colonias agrícolas que se fundaban. Nació el quehacer industrial con la producción de harina, carruajes y maquinaria agrícola. No solo fue todo cultivo de cereales por los campos santafesinos, la ganadería que venía de mucho tiempo atrás, también tuvo su lugar en el quehacer campesino con la cría de ovejas, vacas, caballos y cerdos. Ya iniciada la colonización agrícola en distintos puntos de nuestra provincia, se incorpora a partir de 1870 el ferrocarril; medio de transporte que recién entre 1885 y 1895 se expande con el tendido de diversas líneas uniendo así áreas con importante desarrollo afirmando estos emprendimientos y otros en donde su paso fue factor del surgimiento de nuevas colonias y pueblos en las adyacencias de las estaciones. El territorio que hoy ocupa la provincia de Santa Fe, por 1850 todavía no tenía muy bien definidas sus fronteras, encontrándose todo ese espacio interior despoblado.Las pocas poblaciones establecidas están a orillas del Río Paraná, siendo ellas: Santa Fe, Rincón, Coronda y el Pago de los Arroyos (Rosario), cuyos orígenes se sitúa en la época hispánica, varias reducciones indígenas y la línea de fortines siempre fluctuante. Tras esta primera colonización española el Teniente de Gobernador de Santa Fe, Francisco Javier de Echagüe y Andía, luego de varias expediciones contra los indios, en 1732, aseguró temporariamente una angosta faja del territorio provincial desde Cayasta hasta el Arroyo del Medio; pudiendo considerársela como la primer línea de frontera. 
En 1858 el Gobernador Rosendo M. Fraga desarrolla una campaña logrando llevar la frontera hasta el límite con la provincia de Córdoba de un importante sector del territorio santafesino. Luego continúan Oroño, en 1864; Cabal a fines de 1869. Iriondo lleva la frontera hasta Alejandra en el Este y el curso del Río Salado hasta el límite con Santiago del Estero en 1871. Posteriormente se desarrollan las campañas de Iriondo 1872, Zaballa en 1883 y 1884. En 1886 el Gobernador Dr. José Gálvez logra prácticamente terminar con las cuestiones de límites y llega hasta el paralelo 28°, tomando la provincia, su actual configuración.
El nuevo enfoque que toman los gobiernos surgidos después de 1852 para desarrollar una política favorable a la atracción de la inmigración europea, para afincarse en colonias agrícolas tomó estado práctico con la firma del primer contrato de colonizaciones entre el gobierno provincial presidido por Domingo Crespo y Aarón Castellanos, el 15 de Junio de 1853. Este acto marca el inicio de la transformación socio-económica que ocurrirá en la provincia. A partir de la fundación de la Colonia Esperanza producida en 1856, lentamente se irán fundando otras colonias, con el agregado de otras leyes que favorecen la colonización. Estos grupos encontraron aquí inmensas dificultades, dado que las empresas colonizadoras que obtuvieron concesiones del gobierno, en la mayoría de los casos no tenían construidas las mínimas instalaciones para recibir a las familias colonizadoras y darles las parcelas en propiedad a precio razonable. Estos inconvenientes se fueron superando paulatinamente, así nacieron: Esperanza (1856); San Jerónimo Norte (1858) y San Carlos (1859); estas primeras colonias fueron pobladas por inmigrantes suizos.
Posteriormente comienza a ingresar la gran masa inmigratoria italiana, obligada a salir de su país a raíz de la modernización industrial y la crisis agraria. Conjuntamente también fueron arribando grupos de otras nacionalidades. Esta política inicial de inmigración y colonización que podemos denominar como oficial, se abandona hacia 1870; quedando de aquí en adelante en manos de la iniciativa privada y particulares la formación de colonias agrícolas, a las que se incorporan inmigrantes que llegan espontáneamente al país (no hay ya contratación previa). Entonces el acceso a la propiedad de la tierra depende de los propietarios,  si estos quieren o no ven-der, la mayoría de las colonias agrícolas son por arrendamiento. Con la formación de una colonia agrícola era necesario proveer a los colonos de algunos servicios, por lo que se preveía la formación de un centro urbano como parte integrante de la misma, aspecto que contemplaban las leyes para la formación de colonias de 1884 y 1887. Ya en sus inicios se instalaba ahí el herrero, el carpintero, el almacenero y tendero, surgía la primer carnicería, el despacho de bebidas; luego el restaurant. Tenía su sede el Juez de Paz; surge la Comisión de Fomento, la primera escuela y por consiguiente se erige el templo católico en la gran mayoría de los pueblos que se fundaron. Hasta allí llegaban las familias campesinas el día domingo para asistir a misa y luego hacer las compras, en donde no había iglesia no iban. Luego cuando se desarrolla la expansión ferroviaria se produce una aceleración en la formación de pueblos y colonias por toda la provincia.
Un día, señores, se anuncia, por ejemplo, que el ferrocarril del Rosario a Sunchales va a pasar por tal o cual punto; el dueño de aquel terreno empieza por declarar colonia el sitio ó paraje donde estará la estación, vendiendo lotes para chacras y para pueblo. El primero que llega, pone una fonda que ha de proveer de alimento a los trabajadores. Antes de que se aproxime la locomotora, llegan una o dos docenas de carpas, cada cual con cuatro o cinco hombres, que van a hacer los trabajos de la vía. Inmediatamente la noticia circula. Todos los colonos de los alrededores empiezan a llevar allí sus trigos, sus cereales de todo género. Se forma ya un pequeño núcleo; al poco tiempo llega el herrero infaltable, porque tiene trabajo; llega el carpintero que va a hacer las puertas de las casas y llegan cientos de hombres que empiezan a cavar la tierra y pisarla para hacer ladrillos. A la primera población, que es de carpas, sucede la segunda, que es de hornos de ladrillos; llegan carros de madera, si no las hay allí cerca, y con zinc; se levantan sobre cuatro postes las chapas de zinc, y ya están las casas donde se ponen los primeros establecimientos mercantiles,”. Junto con la colonización agrícola, debemos agregar, la actividad comercial e industrial desarrollada en los pueblos, que surgieron en este período. 

La conversión más urgente para nosotros no es la de oro por papel ni la de papel por oro, sino la de los habitantes de este país nacidos en Europa, en hombres provistos de todos los derechos inherentes a los miembros de una sociedad civilizada, la conversión de los súbditos extranjeros en ciudadanos. JUAN B. JUSTO 1899



Juan Manuel Blanes: “La revista de Rio Negro” (1889) Óleo sobre tela, 350 x 750 cm
Museo Histórico Nacional, Buenos Aires, Argentina


Almacenes, tiendas, carnicerías, fondas y despachos de bebidas, compra y venta de cereales, son los primeros negocios que se inician en los pueblos que van surgiendo en el interior provincial. En los centros más poblados, luego se establece el fotógrafo, el farmacéutico, denominado casi siempre como el boticario; el sastre y la modista. 
Anteriormente se producía algo de harina en las provincias andinas, (San Juan y Salta, entre otras), que eran antes de 1875 los principales productores de trigo; la colonización de las tierras santafesinas trasladó dicho cultivo a estas regiones. Además la mayor parte de la harina que consumía el país se importaba de los Estados Unidos de Norte América y Chile.
Gabriel Carrasco cita que:
La alimentación del pueblo era exclusivamente animal y el pan se consideraba un artículo de lujo que sólo se consumía en las poblaciones, y por las gentes acomodadas.”
En Esperanza, Luis Taberning fabrica arados, además Nicolás Schneider, quien fabricó la primera reja de arado en 1856, en la citada colonia; instaló un importante establecimiento metalúrgico donde se fabricaron: arados simples y dobles, rastras; ya en los primeros años del siglo XX, sembradoras de trigo y lino. 
Con la aparición de la industria frigorífica comienza el refinamiento del ganado vacuno que va a sustituir al de raza criolla. Para mejorar la alimentación del ganado se incorpora el cultivo de alfalfa como principal planta forrajera.
Después de una larga y lenta tramitación que incluye la concesión a la empresa dirigida por Guillermo Wheelwright  de 346.727 has. de tierras a lo largo de todo el proyecto; el 20 de abril de 1863 se inician los trabajos para el tendido de la línea que uniría Rosario y Córdoba con la denominación de Ferrocarril Central Argentino (FCCA). Las tareas de construcción se efectuaron con buen ritmo en los primeros tiempos; habilitándose la sección Rosario-Tortugas el 1° de mayo de 1866, siendo esta la primera línea ferroviaria que se estableció en la provincia de Santa Fe.
Entre 1885 y 1895 hay una verdadera fiebre de tendido de líneas férreas por el territorio provincial ya que se instalan otras empresas y nuevos ramales que construyen las nuevas compañías. No podemos dejar de lado a las ciudades de Santa Fe, sede del Gobierno Provincial y de Rosario, en este contexto del crecimiento socio-económico que se desarrolla en nuestra provincia. Ellas son parte importante de este acontecer y también favorecidas por sus resultados.

La instrucción pública fue también uno de los puntos importantes en estos tiempos de transformaciones socio-económicas, en lo posible se tendió a crear una escuela en cada pueblo o colonia al poco tiempo de fundada la misma.



Mauricio Rugendas“El Regreso de la Cautiva.” (1845) Óleo sobre tela, 78 x 95,5 cm



Libro de Hector B. Petrocelli: Historia Constitucional Argentina

Spencer (1820-1904), ejerció decisivo imperio en la mente de los hombres del 80. El positivismo básico de su esquema filosófico lo adquirió de su predecesor, el francés Augusto Comte (1798-1904), otra de las luminarias de esos políticos argentinos. Comte afirma esencialmente que el único objeto de la ciencia es lo positivo, esto es lo real y útil, cierto y preciso, relativo y orgánico; en una palabra, exclusivamente lo que cae bajo la percepción de nuestros sentidos. Desecha por lo tanto la edad teológica o religiosa, y consiguientemente la revelación como fuente de conocimiento. Rechaza la edad metafísica negando que el hombre pueda explicarse los fenómenos cósmicos a través de entidades abstractas: almas, causas, potencias, etc. Con lo que impugna la propia posibilidad de una metafísica. La edad positiva es la única científica: en ella el hombre alcanza el conocimiento a través de la experiencia, consignando con precisión matemática, las relaciones entre unos hechos sensibles y otras hechos sensibles, llamando a dichas relaciones leyes naturales. No hay Dios, no hay alma, no hay trascendencia, no hay teología ni metafísica válidas. Hay solamente ciencias experimentales y entre las mismas la sociología, es la que aspira a mejorar la vida comunitaria. Ellas estudia las condiciones generales de la vida del hombre en convivencia con los demás, la estática social; y las leyes de la evolución o progreso de la sociedad humana: la dinámica social.

El progreso es necesario, en cuanto no lo determina la voluntad del hombre

Es meramente natural, biológico y temporal, dado que no existe finalidad, trascendente y espiritual, todo se reduce en el hombre a una ascendente perfección somática que se da solamente en el tiempo sin ninguna aspiración sobrenatural.El progreso ineludible de las ciencias exactas permite por otra parte un creciente dominio de la naturaleza, fruto de la técnica. Unido este fenómeno al permanente y automático desarrollo cada vez mas perfecto del ser humano, se avisora una edad de oro para los habitantes de este mundo. De allí el optimismo exultante, que fue una de las características sobresalientes de Occidente en la última etapa del siglo pasado y primera del presente.
Su filosofía se adaptaba al liberalismo exigido por las fuerzas del mercado, para superar resabios de conciencia que no querían admitir que los endebles pudieran quedar a merced de los poderosos. Se acomodaban las máximas spencerianas a la tendencia a liquidar valores tradicionales que aparecían como criminales tijeras que pretendían cortar las alas del hombre en su vuelo hacia un futuro donde campearían soberanos la lucidez, el placer y la seguridad. Esta euforia finalmente se enredara en las redes de un progreso matemático, indetenible, indefinido.


Luciano Croci
Martín Mainini
Andres Belguich
Facundo Diaz D Alessandro