OPINION
Por Luis Bruschtein
“Apoyé a Menem como lo hizo todo el peronismo. Y apoyé las privatizaciones de los noventa como lo hicieron todo el peronismo y también los medios de comunicación”, dijo en el 2003 el secretario general de la Unión Ferroviaria, José Pedraza, que en ese momento se apresuraba a expresar su respaldo a Néstor Kirchner. Son declaraciones que sirven ahora para entender la decadencia de su gremio y arrojan luz sobre la importancia de un proceso legal transparente.
Durante la década de los años ’20, ’30 y ’40, la Unión Ferroviaria y La Fraternidad fueron los sindicatos de mayor peso en el movimiento obrero, muy influidos por los socialistas. Cuando se creó la primera CGT, en 1930, tenía 124 mil afiliados, 90 mil de los cuales eran ferroviarios. En esa época, las decisiones que tomaban los ferroviarios afectaban al resto de los trabajadores, tanto cuando decidían medidas de fuerza como al firmar convenios salariales. En los ’50, ya mayoritariamente peronistas, fueron desplazados, no porque decayeran, sino porque a la luz del proceso de industrialización del país creció con mucho impulso el sector de los obreros metalúrgicos.
A fines de los ’80, los metalúrgicos se cayeron y fueron reemplazados otra vez por un gremio del transporte, pero ya no el ferroviario, sino el de camioneros. A diferencia de los ’50, esta vez la conducción gremial había sido partícipe en ese proceso de decadencia. Lo reconoce Pedraza cuando recuerda su apoyo a las privatizaciones, que incluyeron, previamente, el despido de más de 90 mil obreros.
Ahora el convenio testigo es el de los camioneros, que acaban de acordar un 24 por ciento de aumento salarial escalonado. Sin embargo, la dirección de la Unión Ferroviaria –que tiene a sus dos directivos más importantes encarcelados en el juicio por el asesinato de Mariano Ferreyra– disparó la paritaria de su sector, y en general la del transporte, al reclamar el 35 por ciento de aumento.
La relación entre Pedraza y el gobierno ha sido irregular. De aquel apoyo del 2003, Pedraza pasó a una especie de acompañamiento incómodo aunque nunca se mostró como opositor. Que la Justicia haya podido actuar en zonas sensibles del poder gremial constituye una novedad auspiciosa. De la misma manera lo es que el Gobierno se haya solidarizado con la familia de la víctima y no intervenga en el proceso legal a pesar de saber que sufrirá presiones desestabilizadoras como en la discusión paritaria. Ambas actitudes abren puertas y oxigenan la calidad institucional.
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