UNA ADOLESCENTE BOLIVIANA FUE RESCATADA DE UNA QUINTA DONDE ESTABA ESCLAVIZADA
Fue traída a los 13 años desde Bolivia mediante engaños y terminó trabajando en condiciones infrahumanas en una quinta de La Plata. Terminó internada por deshidratación. Ahora tiene 15 y tuvo un bebé, que se encuentra desnutrido.
Hace una semana, una joven boliviana de 15 años fue internada en el Hospital de Niños de La Plata debido a un cuadro de deshidratación. En brazos traía a su beba, de un mes, que estaba desnutrida. “Los médicos se dieron cuenta de que estaba muy asustada y no cerraba su historia, así que se comunicaron con la Dirección de Niñez y Adolescencia”, comentó ayer a este diario Carlos Dabalioni, titular de esa dirección, desde donde se ubicó al padre de la chica. Luego el abogado de este organismo hizo la denuncia por “trata de personas”: la joven habría sido “vendida” a unos quinteros de la localidad platense de Olmos. Allí trabajaba de sol a sol, al igual que un hermano suyo de 17 años. El lunes pasado, ellos, la beba y el padre de ambos hermanos, que vino desde Bolivia a buscarlos, regresaron en avión al país vecino.
Según informó ayer el titular de la Dirección de Niñez y Adolescencia, la familia de la joven es oriunda de Potosí y quedó en la ruina tras las inundaciones ocurridas en esa ciudad del sur de Bolivia, durante el 2009. Una supuesta “tía” de la familia, supuesta porque no tendría realmente vínculo familiar, le ofreció al padre de la joven trabajo para sus tres hijos en Argentina. El hombre autorizó el viaje y hasta el momento de recibir la llamada de la Dirección creía que su hija menor trabajaba como empleada doméstica de una familia platense.
“La chica y los hermanos llegaron engañados, a ella sólo la dejaban hablar con su padre una vez cada tres meses y la obligaban a mentirle. La explotaban en una quinta junto a otras personas, también de nacionalidad boliviana. La nena vino cuando tenía 13 años y medio y poco después quedó embarazada y no sabemos bien en qué circunstancia. Tuvo a su beba en un galpón del campo y al mes, como estaba tan mal alimentada, empezaron los problemas. O la llevaban al hospital o se moría. Y entonces la dejaron en el Hospital de Niños”, contó una fuente de la Municipalidad de La Plata.
Tras decirles a los médicos el supuesto motivo de su desnutrición, éstos la derivaron a la Dirección de la Niñez y la Adolescencia, donde se encargaron de conseguirle alojamiento y ubicar al padre. El hombre viajó en micro durante tres días para llegar a La Plata. Una vez reunidos supo además que tenía una nieta y tras la gestión de Dabalioni consiguió pasajes aéreos para volver con ella, su nieta y uno de sus hijos. Aún queda por determinar el destino del tercer hijo, que es mayor de edad, y por lo que pudo saber este diario, desde la Dirección denunciaron en la fiscalía de turno a los dueños de la quinta por “trata de personas”.
En La Plata, a la vera de las rutas 2 y 36, se cultivan frutas, verduras y flores. En esas quintas trabajaba la joven y su hermano, pero la explotación y la trata también se extienden a los talleres textiles clandestinos y a las casas particulares. Desde 2008 hasta la fecha son seis los casos descubiertos de explotación de menores, ese año se conoció el caso de una joven peruana que era sometida a distintos trabajos y castigos físicos en una textil en la localidad de Melchor Romero. La joven no está escolarizada y se le impedía hablar con su familia en Perú.
Un año después, también en Melchor Romero, la Dirección de la Niñez y la Adolescencia rescató a una menor de nacionalidad boliviana que había entrado al país con un mayor y autorizada por su madre para pasar 90 días de “vacaciones” en el país. En verdad había sido entregada a una familia boliviana que la obligó, desde el primer día, a realizar todo tipo de tareas domésticas y cuidar a los tres hijos. Su “trabajo” comenzaba a las 5 y terminaba por la noche, momento en que recibía el único plato de comida del día, como toda paga. Como en el caso descubierto la semana pasada, esta joven también llegó al Hospital de Niños en grave estado.
Según explicó Dabalioni a Página/12, “el principal problema es la incomunicación, los chicos llaman poco a sus padres, solo para decirles ‘estoy bien y estoy vivo’, son presionados para que no cuenten lo que está pasando”.
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