FECHA DE PUBLICACIÓN: 18/06/09
A las 17:00 hs, mientras iba camino al médico para hacerme un chequeo clínico, sonó mi celular. Era mi psicólogo, que me había dado una noticia que no quería escuchar:“¡Se murió Fernando Peña!!!”.
El sabía lo que significaba para mí, como referente. Fue un baldazo de agua fría y el buen día que estaba teniendo se me había ido a la mierda.
Comprendí que tenía un cáncer hepático y que no iba a durar mucho, pero no creí que sería tan pronto.
En ese momento no sentía nada, estaba frío. No lo podía creer y menos viniendo de Peña. Necesitaba ir personalmente al velorio para comprobar que no era una broma.
Estoy tan acostumbrado a fingir lo que siento que ya ni se que siento. Al cabo de unas horas sentí algo. ¡Si!... ¡Bronca!... Quise ir a ver su última obra (Diálogo de una prostituta con su cliente), le prometí por la Web que le iba a enviar un regalo a la radio y nunca pude hacer nada.
Soy capaz de levantarme a las siete de la mañana, dormido, boztezando, desganado, estirando los brazos, con los ojos a media hasta y las ganas de seguir durmiendo hasta el mediodía, reduciendo al despertador de un manotazo, haciendo un gran esfuerzo para salir de la cama y llegar hasta la computadora, encenderla solo para escuchar su programa online, solo por el. Para luego caer en la realidad de que ya no está más en ninguna radio ni va a volver. Y entonces así, resignarme y volverme a acostar, como si nunca me hubiese despertado.
Me sentía vacío, desamparado. Fue la primera y única muerte que me pegó de cerca.
Viajé a Buenos Aires. Llegué muy temprano a la legislatura porteña en donde se lo velaba. Ya que no pude conocerlo en persona ni ver esa última obra, necesitaba ir a despedirlo y agradecerle todo lo que me había dado, sin que se haya dado cuenta.
Vinieron algunos reporteros. Me entrevistaron tres veces por Radio Ciudad, también por Radio Del Plata, Radio Mitre y Canal 26. Las preguntas eran: ¿Viniste exclusivamente desde Rosario para ver a Peña? ¿Qué significa Fernando Peña para vós? ¿Cómo lo describirías?
Yo contesté que una persona revolucionaria es aquel que tiene una idea que a nadie se le hubiese ocurrido. Peña, para mí, era un revolucionario y un terapeuta.
Uruguayo, nacionalizado argentino. Sus comienzos fueron en la empresa “American Airlines” como auxiliar devenido en comisario de abordo. Se destacaba por sus voces que transmitía desde el altoparlante, imitando el acento de una cubana para entretener a la tripulación. Un día fue descubierto por Lalo Mir, un locutor que viajaba en la misma aerolínea y lo contrató para trabajar en radio. De ahí, pasó al teatro. Su segunda pasión, después de los aviones. Asumido homosexual, confesó también públicamente ser portador de VIH. Esto le costó el rechazo de la visa para viajar a Estados Unidos.
Sus obras teatrales cuestionaban los miedos, la estupidez y la hipocresía del ser humano, que pierden sus sueños, se olvidan de amar, engañan a su mente, a su corazón y no se permiten disfrutar de lo simple y grandioso que la vida misma tiene para darnos. Todo mediante improvisaciones.
Sus denuncias radiales hacia los políticos le causó la censura y amenazas telefónicas en tiempos de democracia. Como protesta, llegó a encadenarse en la puerta del COMFER (Comité Federal de Radiodifusión).
Sus trabajos en televisión fueron en "Petti en vivo", la serie "Sol Negro", "Epitafios", "Isla Flotante" (programa en que presentó a sus personajes del teatro) y "El Otro" (programa de entrevistas). Y en cine: "Pura Sangre". Tenía 46 años cuando falleció.
A las siete de la mañana abrieron las puertas. Me detuve al lado de su cuerpo, a cajón abierto. Le toqué su frente helada, con sus tatuajes intactos. Fuí uno de los pocos que lo extrañó sin llorar. Una hora observándolo. No sentía tristeza. Sentía paz y armonía. En su rostro había una sonrisa. Sostengo que cuando uno muere con una sonrisa en la cara es porque se fue en paz.
En un momento, de sus ojos se desprendieron un par de lágrimas color sangre y yo pensaba irónicamente: “Dijiste que te despidiéramos con una sonrisa y ahora el que llora sos vos ¡Puto!!! Jajaja”.
Una mujer intentaba sacarle una foto desde el celular y no podía porque cada vez que apretaba el clic, sonaba un ring tone. Cortó el clima de la situación. Fue una escena tan tragicómica como sus obras de teatro. Esas cosas no pueden ser simples coincidencias. Solamente en el velatorio de Fernando puede suceder algo así. Ahí estaba el espíritu de el haciendo boludeces y cagándose de risa.
Cerca de mí se encontraba María, su ex ama de casa, con un quiebre emocional, desplomada en llantos sobre su ser querido y amado. No como su ex novio, quien aparentaba estar de buen humor.
Realmente lo admiraba y amaba a Peña y no me refiero en el sentido sexual. Lo amaba como un ideal de amigo. Cuando lo escuchaba por la radio, lo sentía tan cerca como si lo fuese. Era como ese amigo que me hubiera gustado tener: extremadamente sincero, inteligente, honesto, libre de prejuicios, sensible, cómico y buena gente.
No hay que esperar a encontrar a alguien con esas características, sino ser uno mismo el ideal de persona que te gustaría conocer.
Desde chico, nunca supieron comprender mi manera de ver las cosas y me inhibieron, cerré mi mente y había empezado a creer que el que estaba errado era yo. Hasta que descubrí a Peña y dije: “Puta, no estaba tan errado”. Había otro loco más.
Una vez asistí a la presentación de su libro “Gracias por volar conmigo” en una librería de Rosario y como boludo que soy, no pude ni hacerle una pregunta, no me salían las palabras.
Creo que hay personas que vienen a cumplir su mandato y se van. Es así de simple. No se murió por el alcohol, la droga o el sida. Se murió por el hecho de que es imposible tener una vida sumamente sana en este mundo, en el que todos tenemos el mismo destino. Todos nos enfermamos y morimos. La muerte no avisa, sépanlo.
Yo creí que iba a tener tiempo para ver su última obra de teatro. Uno sabe cuando es el momento indicado para hacer las cosas. Es cuestión de borrar las excusas y hacerlo. Ya aprendí la lección.
El también quiso hacer una última función. Y esa última función existió. Solamente que, el, travestido arriba del escenario, en el momento en que la estaba haciendo, no sabía que esa sería la última función. Esa obra tuvo un antes y un después. Una función y defunción. Como lo fue su último vuelo como comisario de abordo, antes de que lo despidieran. No sé si es mejor o peor ser conciente de cual será tu último momento.
Por lo tanto, morir a los 46 años es un lujo. También creo que la vida es maravillosa y merece la pena ser disfrutada intensamente. Como lo hizo Peña.
Sus criaturas de la radio no me gustaban mucho, más me interesaba escucharlo a el. Pero también sentía miedo de que algún día me defraudara. Ahora tengo la certeza de que eso no va a suceder.
En la radio, siempre remataba con una frase así.: “Si me ve por la calle gríteme puto lindo. Porque la vergüenza no es ser puto. La vergüenza es robar”.
Único en su estilo. Era una persona que te podía gustar o no. Tenía una forma de ser discutible. De hecho, yo no estuve de acuerdo con su agresión a los chilenos. Muchas veces se contradecía. Pero el hablaba con convicción y lo que hacía era real. Lo aceptaba de esa forma.
Me despido. Gracias por todo lo que me dejaste Fernando Peña. Que descanses en paz puto lindo. Amén.
Andrés Belguich
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