miércoles, 13 de julio de 2011

Vargas Llosa sí, Fito no



Claro, la columna de Fito se corrió de lo normal, por eso llama tanto la atención. Lo normal, lo naturalizado en la Argentina de nuestros días es que Vargas LLosa trate a la sociedad argentina de imbécil por haberse dado gobiernos como los de Néstor y Cristina.

Lo naturalizado es que una dirigente política diga, muy oronda, que la manifestación de pena popular por la muerte de Néstor Kirchner en realidad fue un ardid de Fuerza Bruta. Es natural que una revista publique en tapa que la presidenta de la nación es bipolar, tanto como que Francisco De Narváez diga que Néstor Kirchner prefirió morirse antes de exponerse a una nueva derrota. 

Es natural en nuestra cotidianeidad que desde la oposición se envíen cartas a las embajadas denunciando que el país supuestamente está bajo el yugo de una tiranía. Eso es lo normal, el piso del debate político argentino. Desde los medios concentrados, minuto a minuto se leen, se ven y se escuchan las peores barbaridades sobre el gobierno, sobre el kirchnerismo, sobre la dirigencia sindical y sobre las mayorías populares que vienen ratificando desde 2003 un rumbo de gestión y proyecto. Se puede tranquilamente demonizar al anciano padre de Daniel Filmus, total, después se condena el hecho, se le pega un tirón de orejas a los pillines que armaron la campaña y listo, todo queda ahí, en el rinconcito de las cosas menores. Pero que un artista lance un exabrupto como lo hizo Fito Páez sale de esa normalidad y su foto con la leyenda "Wanted", como en esas películas de lejano oeste, inunda la ciudad.

Es que a los que se oponen al gobierno de Cristina les está todo permitido y a los que lo defienden, nada. Se puede mentir, blasfemar, tergiversar desde el dispositivo mediático pero ¡Guay del que desde la vereda K se caliente, pierda la compostura y se mande una puteada! Ahí aparecen las señoras gordas defendiendo la moral y las buenas costumbres contra el fascismo kirchnerista!!!

Lo de Fito llama la atención por ser, en efecto, un exabrupto desde el otro lado. Hace ruido porque por fín tienen lo que andaban buscando, la profecía autocumplida "Ven, ven lo que es la crispación kirchnerista" nos dicen mientras exhiben la cara del rosarino "Esto es lo que nos espera si no nos sacamos de encima a este gobierno" aconsejan con cara de circunstancia. "Vaya un pollo por tantas gallinas", diría mi madre...

Pero además, Fito Páez hace canciones, no hace política. El que tiene que preocuparse por entender al electorado porteño es Daniel Filmus, no Fito. ¿O acaso hemos llegado a un nivel tal de desmemoria y de desconcierto que nos las vamos a agarrar ahora con Fito?

Reivindico el derecho a putear. 

Fito Páez es nuestro Tano Pasman y no podemos ser nosotros los que no lo banquemos. 

Un exabrupto es un momento de calentura, una incorrección política, un grito del que generalmente cuando nos enfriamos reconocemos que estuvo mal. Porque el exabrupto siempre es un bodoque donde en medio de lo descartable y lo maloliente va algún que otro pétalo de rosa, alguna verdad amarga, inconfesable. El problema es que al exabrupto permanente proferido desde las usinas de la oposición mediático-política se lo ha naturalizado y ha pasado a ser parte del sentido común del relato mediático, entonces se llega a un punto en que es algo tan cotidiano leer que el que vota al kirchnerismo lo hace por un par de zapatillas, que por repetido como concepto deja de llamar la atención. Pero el exabrupto se toma desmesura imperdonable desde el otro lado ¿Porqué? Porque los que apoyamos este gobierno no tenemos derecho al pataleo, estamos condenados a ser buenos, educados, respetuosos, cordiales. Se nos tiene prohibido reaccionar, rebelarnos, blasfemar. Tenemos que agachar la cabeza, morder el freno y cuidarnos como de mearnos en la cama con eso de "no hacerle el juego a la derecha". Vuelvo a reivindicar entonces el derecho a enojarse y a putear de un artista tanto como de un ciudadano anónimo, un nadie.

Chorrea hipocresía la ciudad de Buenos Aires. Reconozcamos que Fito se zarpó, pero no lo entreguemos a las fieras.

Reivindiquemos el derecho a putear de vez en cuando.

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