miércoles, 6 de marzo de 2013

Una relación consolidada por el No al ALCA

EL MUNDO › LA CONFIANZA DE CHAVEZ CON NESTOR Y CRISTINA KIRCHNER


El trato entre Chávez y Néstor Kirchner, o también con Lula, Cristina y Dilma, daba para algún reproche privadísimo porque había un acuerdo fuerte de integración.

Por Martín Granovsky

Asumió antes que Néstor Kirchner y Luiz Inácio “Lula” da Silva, pero hizo falta que la Argentina y Brasil encarasen juntos la etapa posterior al desastre neoliberal para que Hugo Chávez quedase potenciado por los dos principales países de Su-damérica.

Chávez llegó al gobierno en febrero de 1999. Lula asumió el 1º de enero de 2003. Kirchner, el 25 de mayo de 2003. Aunque su presidencia, en buena medida, se debió al estallido económico del modelo de emirato petrolero, basado en la renta no repartida de un solo producto, y al estallido político del viejo sistema venezolano, y por lo tanto hay cierto parentesco con el “Que se vayan todos” de la Argentina de 2001, Chávez pasó sus primeros años en soledad. En la Argentina gobernaban primero Carlos Menem y Fernando de la Rúa. En Brasil, Fernando Henrique Cardoso. El rigor histórico debe constatar una diferencia en Eduardo Duhalde, quien era presidente cuando el empresario Pedro Carmona derrocó a Chávez en 2002. A la vez que criticó al venezolano por una supuesta “falta de habilidad para llevarse bien con la gente” y por “actitudes ina-mistosas con algunos de sus vecinos, lo que realmente enturbiaba la situación”, Duhalde no dudó en calificar el movimiento como “un golpe de Estado”. También dijo que no era “una buena noticia para América latina”.

Luego de Fidel Castro, Chávez fue uno de los personajes extranjeros más populares en la asunción de Kirchner. Los dos construyeron de entrada una buena relación, de la que Cristina Fernández de Kirchner participó como senadora y asesora dilecta de su marido, y luego como Presidenta desde 2007. Igual que Evo Morales, Chávez solía hablar de Kirchner como de un “hermano mayor”. Kirchner era de enero de 1950. Hoy tendría 63. Chávez, de julio de 1954. Murió antes de cumplir 59. Cristina, de 1953, acaba de cumplir 60. Con Lula, del 27 de octubre de 1945, la diferencia de edad era mayor.

Lo determinante en el acercamiento de todos ellos fue la sintonía sobre el pasado, el énfasis en la integración y la decisión de aproximarse por encima de las diferencias nacionales y personales, que ninguno diluyó en ningún momento.

La primera necesidad compartida fue salir de la crisis impuesta por el modelo neoliberal de desregulación y dependencia del endeudamiento y del capital externo.

La segunda fue acumular poder común de negociación en un mundo que abría oportunidades de crecimiento, por la valorización de las commodities provenientes de América latina, pero que bien podía cerrar esas oportunidades de un momento a otro.

La tercera, imaginar una región dotada no sólo de soja, petróleo o mineral de hierro, sino de condiciones de paz que pudieran otorgarle una ventaja comparativa en relación con las zonas más calientes del planeta.

Un ejemplo de la tercera necesidad fue la mediación que Néstor Kirchner emprendió como secretario de la Unión de Naciones Suramericanas en agosto de 2010, poco después de que Venezuela y Colombia rompieran relaciones y crecieran las amenazas de una guerra entre los dos países. Con fuerte apoyo de los presidentes de los dos países grandes, Lula y Cristina Fernández de Kirchner, el ex presidente argentino logró la confianza suficiente en el colombiano Juan Manuel Santos como para que los Estados belicosos volvieran a enviarse embajadores. Lo ayudó en esa tarea su mano derecha para las negociaciones en América latina, Rafael Follonier, que trata personalmente a todos los líderes de la región y a menudo a sus segundas líneas. También fue de la partida entonces el actual jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina.

La gran prueba que habían sorteado juntos Kirchner, Chávez y Lula databa de noviembre de 2005. El primer recuerdo que aparece revisando la memoria o los archivos es el de un acto en Mar del Plata contra la creación de un Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA), donde además de Chávez participó, entre otros, Diego Maradona. Pero lo decisivo fue la determinación de la Argentina, Brasil y Venezuela de no aceptar que el ALCA quedara constituida en esa cumbre de Mar del Plata a la que asistió el presidente norteamericano George Bush acompañado en su meta de liberalización por su colega mexicano Vicente Fox.

Los presidentes de los países más grandes de Sudamérica no plantearon esa determinación como predominantemente ideológica, aunque tenía un componente de ese tipo, sino práctica: un ALCA sería contradictorio con el objetivo de reindustrialización y corrimiento respecto de los organismos multilaterales de crédito que buscaban ya en 2005 tanto Brasil como la Argentina, y también Venezuela. Con esa visión sobre el futuro a evitar se movieron los negociadores técnicos del momento, el argentino Alfredo Chiaradía, vicecanciller económico, y el brasileño Adhemar Bahadian.

Como suele pasar en las relaciones internacionales, la base de la confianza personal se teje en los momentos de mayor tensión, cuando de verdad se juegan opciones capaces de alterar el futuro. Eso explica que cada cual jugara su juego y que hubiera espacio no sólo para las diferencias, sino para alguna reconvención muy privada. Ante un discurso incendiario, Chávez podía escuchar sin ofuscarse frases como ésta de Kirchner: “Hugo, se te fue la mano, porque así nos jodés a todos”. Lo aceptaba porque al mismo tiempo ni Kirchner ni Cristina Kirchner dudaron en agradecerle públicamente lo que creyeron oportuno –la asistencia financiera y energética de comienzos del gobierno– y porque ni ellos ni Lula, o Dilma Rousseff después, vacilaron en la decisión tomada según la que Chávez debía estar cerca y no lejos. A tal punto cerca que en 2012 Venezuela terminó incorporándose como miembro pleno del Mercosur.

Más allá o más acá de los Estados y sus instituciones, lo cierto es que los líderes políticos de cada país y las fuerzas gobernantes buscaron siempre un acercamiento que potenciara sus afinidades y les permitiera discutir con sinceridad las diferencias. Hacía tiempo que, en persona, Dilma y Cristina seguían las alternativas de la salud de Chávez, del mismo modo que se alegraron por la designación de Nicolás Maduro como vicepresidente. Ninguno de los dos Estados participará como tal de las próximas elecciones venezolanas, pero está claro dónde se ubica el corazón de cada uno.

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