viernes, 28 de noviembre de 2014

Avatares de la Comunicación y Esquema en Cruz en Psicología Social


Los Avatares de la transmisión:
La transmisión reúne muchos referentes como “Fragmento, amor de transferencia, arbeit (trabajo) y convicción; como el intento del yo para elaborar una firma que lo vuelva reconocible para los otros y para sí. El carácter fragmentario de la transmisión no debe aquí ser entendido como un déficit, sino como la renuncia a la pretensión totalitaria de que todo sería transmisible y todo sería resignificado. Las teorías de la comunicación hicieron oportunamente de la noción de transmisión, casi un fetiche identificatorio, con epicentro en la información. En efecto, si entre-dos algo se transmite, esto no se dejará atrapar en una noción de contenido.
La noción de transferencia tiene larga data y diferentes inscripciones. Alude a una relación (afectiva, jurídica, política, pedagógica), cuyo estatuto podrá registrarse en la conciencia cognoscible, o en el registro que el inconsciente lleva de las experiencias. Éstas siempre se concretan sobre la base de fragmentos desplazados y re significados.
El concepto fue clave en el pensamiento de Hobbes, quien funda el origen de lo social en una transferencia que conlleva una renuncia. Renuncia que ofrece un beneficio secundario, ya que el desplazamiento de una parte de la libertad funda las condiciones de posibilidad del lazo. Por su parte, E. Weber encuentra que es la noción que mejor explica el desplazamiento de una capacidad de aprendizaje. Si una parte del cuerpo se ve afectada por un trauma, transferirá su saber a otra parte. Transferencia es aquí desplazamiento de función y de capacidad, a la vez reparación y sustitución.  Que lo instituido no ate, no limite, no encadene, tal vez sea la consigna de toda transmisión que se lleve a cabo bajo la figura del don. El sujeto es lo que resulta de su trabajo con lo de antes, lo que parece pre fijado. El encuentro con lo de antes no cesa de pasar en cada presente, volviéndose en cada ocasión otra cosa.
La Transmisión como educación: Educar como el trabajo político de ofrecer a la pulsión un destino que no sea ni la inhibición, ni el síntoma, ni la angustia. El verbo enuncia la participación de más de un sujeto en el trayecto que hace de un manojo pulsional un sujeto de la palabra; y anuncia el devenir del pequeño del hombre a sujeto social mediante el enlace de las simultáneas y sucesivas filiaciones simbólicas que dibujan la figura del otro como semejante. A los efectos del accionar del verbo, les dimos nombre: Función jurídica; función arcóntica y función económica. Esas funciones remiten claramente a lo político como acción/ocasión cometida a las reglas de una ética (Un actuar con justicia) y una estética (Fábrica de lo sensible). Es decir la constitución de un mundo sensible común, de un hábitat común constituido por el entramado de una pluralidad de actividades. En ese Arbeit los otros no están ausentes: las generaciones sólo en una ilusión son pensadas como sucesivas. En la existencia de cada sujeto, en sus opciones identificatorias, múltiples generaciones conviven, prestan voz y rostro a lo ausente. Los fantasmas de los antepasados muertos no dejan de sostener una oferta identificatoria (Prestadores de identidad).

La transmisión: entre herencia y firma: Según Goethe: “Lo que tus antepasados te han dejado en herencia, si quieres poseerlo, gánalo”. René Char: “Nuestra herencia no está precedida por ningún testamento”. Algo nos es dejado por otros, pero eso no alcanza para hacerlo propio. La herencia nos es menos legada que inventada.

El Esquema en Cruz: (Alfredo Moffatt)
El esquema en cruz es un recurso gráfico por el que se representa en un diagrama la relación entre tiempo y cultura: la temporalidad en el eje horizontal, la cultura en el eje vertical y en el centro el presente, que es la síntesis del yo como esquema de salud (la identidad) y el vacío de la fragmentación como esquema de psicopatología. El diagrama sirve para visualizar las relaciones que tienen entre sí las cinco estructuras de personalidad básicas y los cinco cuadros psicopatológicos más importantes. Este esquema luego va cobrando mayor complejidad con las relaciones en detalle del proceso de la enfermedad, y permite ganar en economía de pensamiento, pues se trata de un esquema conceptual y de diagnóstico, que opera organizando la sintomatología del paciente.  De este modo se sintetizan los cuatro extremos de la cruz; en el centro se ubica el vértice del núcleo del yo: el yo sano, como síntesis de las dos oposiciones vínculo estructura y pasado-futuro. Y el yo enfermo, como el fracaso de esa síntesis, que tiene como consecuencia la fragmentación. En este caso en el lugar del ser hay un agujero, un vacío, desapareció toda la cruz (Ella sostenía el yo).
Puede hablarse de una identidad cuando un yo discriminado se percibe dentro de una historia. La persona debe constituirse en las dos dimensiones: espacio y tiempo, lo cual no es otra cosa que la vieja distinción entre cuerpo (energía) y mente (información). Podríamos considerar dos grupos básicos de defensas respecto a asegurar la identidad: defensas de la discriminación del yo y defensas de la continuidad.
DISCRIMINACIÓN: está en relación con ser y se constituye por oposición al no-yo, es decir al mundo, que según nuestro esquema es la suma de los vínculos y el campo (simbólico y material). La mirada del otro me define y también lo hace el entorno donde vivo.
CONTINUIDAD: está en relación con existir y se configura cuando ese presente que se está viviendo es un eslabón en una cadena histórica como un pasaje de ayer a mañana. El presente (lo real) se opone a lo imaginario.
La Identidad: En su lucha por permanecer discriminado el núcleo del yo debe enfrentar a dos formidables enemigos: el tiempo y el amor; el tiempo por su capacidad transformadora, y el amor por su juego de identificaciones, pues para amar hay que saber primero quién se es; de lo contrario se corre el peligro de quedar mezclado con el otro. En cambio, es interesante observar que el odio (el amor “dado vuelta”) no representa el mismo peligro, pues el que yo odio es el que está separado de mí, es el que yo rechazo.
El diálogo interno: Estar sano no es ser “normal” (adaptado) sino no tener secretos para consigo mismo.

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