Discepolín
Vive - Entrevista
Con una trayectoria de 60
años, el mítico bar Olimpo, ubicado en Corrientes y Mendoza, cerró sus puertas
para siempre. Desde el 8 de marzo, el emblemático local enfrentaba una clausura
por 25 días por “ruidos molestos”. A principios de este mes, la dueña decidió no renovar el contrato de
alquiler para vender el inmueble.
Tras el oficio de desalojo, Pablo
Teglia, uno de los titulares, habló con Discepolín Vive y contó como se fue dando la serie de
inconvenientes que desembocó en el final del histórico espacio
cultural que será convertido en baldío.
Por Andy Belguich
Fotografía: Nicolás Vives
¿Cómo
fue tu inicio en Olimpo?
Nosotros ingresamos acá hace
poco más de seis años, fue un emprendimiento familiar que pretendíamos llevar
adelante entre los cuatro hermanos y con apoyo de nuestros viejos. Empecé yo
como titular al momento de querer habilitar un espacio como éste que nos habían
vendido como un fondo de comercio con posibilidad de habilitarlo con bar con
amenización y demás, empezaron a aparecer todas las complicaciones. El tema de
que, cosas que en su momento nos exigían como por ejemplo, el doble vidriado,
era inaccesible. Nosotros presentamos un presupuesto de $300.000 para algo que
nos decían que era obligatorio para poder tener la habilitación de bar con
amenización y números en vivo. Después con el tiempo y con investigación, nos
enteramos de que era simplemente un criterio arbitrario, que nunca fue algo
escrito siquiera, sino que era un criterio que se había adoptado y que les
pareció pertinente exigirle eso, bien caro, a todos los que quieran hacer una
movida con música en vivo o con artística o con algo de este palo. Empezaron un
montón de cuestiones que tuvimos que sobrellevar desde lo que fue el papeleo.
En su momento cuando nosotros habilitamos éste, empezó a haber inconvenientes
porque el lugar supuestamente no estaba en condiciones, más allá de que venía
con una trayectoria de los años sesenta, de espectáculos, siendo el lugar que
hereda el nombre del Teatro Olimpo, que es un baldío ahora y que es en lo que
van a convertir este lugar también, en un baldío, por lo menos por un tiempo.
Nosotros empezamos a ver
como hacíamos para resolver estos problemas. En un momento, por denuncias de
ruidos molestos, sobre todo con la ayuda del Padre Luís que es el vecino que
más ha denunciado este bar, nos lograron dar la caducidad de mi habilitación,
lo cual nos llevó nuevamente a levantar otra habilitación. Cuando te dan la
caducidad de la habilitación vos no podés habilitar más y no podés levantar esa
habilitación, ya está, está muerta. Entonces tuvimos que empezar todo el
tramiterío de nuevo, lo cual nos llevó a pasar, prácticamente, dos años dentro
de las oficinas, pidiendo por favor que se nos contemple, que se nos dé una
habilitación. Habilitamos como pudimos y, en el medio de todo esto, y, sobre
todo, en la primera clausura de Olimpo, se terminó de conformar un bloque de
gente que veníamos pensando igual y que también estábamos muy golpeados por lo
que era la realidad de Rosario respecto al vecino intolerante, respecto a no
tener una ordenanza que te contemple y tener que de alguna forma ingeniárselas
para poder funcionar. Yo creo que este tipo de espacios se dan de forma
natural, es lo que es necesario, un lugar abierto donde se puede venir a
compartir, un lugar donde no hay arbitrariedad ni verticalidad sino que se
puede gestionar, se puede promover, se puede hacer. Nosotros empezamos a
trabajar, prácticamente, de lunes a lunes, con milongas, lunes, martes,
miércoles, una jam de jazz que empezó a tomar una identidad y una forma de lo
que era la escena rosarina, empezamos a leer en la movida, de cómo se estaba
dando, cuáles eran las problemáticas, creíamos que el modelo debía ser la
inclusión, creemos que la idea es hacer cosas a la gorra, cosas que incluyan,
cosas que inviten a diferentes músicos, actores, artistas a participar.
Levantamos una nueva habilitación
que terminó en una clausura, no caducidad, pero sí en una clausura hace poco,
nos cerraron un mes. Es una práctica el tema de la clausura, que por más que
cuando me quejo de esto me dicen que es ley, a mí me parece que es una
vergüenza cerrar lugares a modo de escarmiento, es prácticamente cómo
desauspiciarlo. En vez de fomentarlo, es como decirle “no quiero que funcione”,
“no quiero que te vaya bien”, “merecés esto”, “merecés la miseria”, “merecés
estar mal”, “merecés no estar”, porque no hay otra vuelta de rosca, si a vos te
cierran es un poquito más cerca de cerrarte definitivamente, un poquito más
cerca de no poder pagarle a tus empleados, un poquito más cerca de no poder
generar y que el artista que venga se encuentre con un lugar menos digno para
lo que viene a hacer, entonces, justamente, nosotros en los seis años que
estuvimos acá trabajando, estuvimos más de medio año clausurado, más de medio
año cerrado. Para el que no lo sabe, uno se tiene que enfrentar a un alquiler
todos los meses, uno se tiene que enfrentar a impuestos, a servicios, a cosas
que incluso te obligan a contratar, tengas la habilitación que tengas, como el
tema de recolección de residuos que es caro, bien caro, y estás obligado a
tener a alguien que venga o no venga, pero simplemente te deje un papel
firmado. Un montón de cuestiones encontradas en las que nosotros, en esta
última clausura, estando 25 días cerrados, encima de esto nos encontramos con
el desalojo de parte de la dueña, que a su vez se había comunicado el mismo
cura que denunciaba para decirle que no debía renovarnos. Yo no sé qué tipo de
interés tiene el cura, más allá de hacernos daño y de seguir gestionando en
contra de éste tipo de movida, porque es sabido que es un poco su trabajo ese…
Fotografía: Nicolás Vives
¿Quién
es el Padre Luís?
Es el Padre Luís Boccia, es
el Padre que vive aquí al lado (él dice eso, que vive aquí en la sacristía),
más allá de tener una mansión de hormigón acá al lado de tres veces mayor al
tamaño del Olimpo, él dice que duerme pegado al lado de la medianera. Nosotros
hicimos 25 mediaciones con él, más o menos, hicimos un entrepiso con una pared
doble de durlock, de 12 metros por 2, toda rellena de lana de vidrio, para que
él esté más confortable. Cuando nosotros presentamos esa obra en mediación, el
tipo dijo que no iba a venir a mediar más, que iba a seguir denunciando, siguió
en esa tesitura, y nosotros hoy día nos encontramos con un bar cerrado que podría,
más allá del desalojo, haber estado abierto un tiempo más y todo, pero bueno,
gracias a esto, al tema de la clausura, al tema del desalojo, el bar parece que
no se va a emplazar nunca más acá, el espacio está para venderse, no sé cuál es
el proyecto que van a llevar adelante. Me llama significantemente la atención
la gestión del Padre porque, realmente, se tomó un trabajo muy arduo para
asegurarse de que éste lugar no exista más.
Fotografía: Nicolás Vives
Por
lo que contás, pareciera que hay un ensañamiento con ustedes…
Sí, yo creo que con nosotros
y con cualquiera que le ate una bicicleta en la ventana, o cualquier persona
que no esté bien mentalmente y se asome a la puerta de la iglesia o cualquier
persona que se siente en los escalones de la iglesia a pedir y que no le guste a
él (por eso pusieron las rejas en la puerta de la iglesia, para que la gente no
se acomode ahí). Tiene una idea muy retrógrada de lo que es la vecindad, lo que
es el compartir. A nosotros un poco nos sorprende pero también nos alivia el
tema de saber que no vamos a tener que bancarlo más, que es problema ahora de
los vecinos y que nosotros nos vamos a ir a otro lugar dónde él no esté y donde
espero no haya nadie más de su calaña. Tenemos muchos vecinos que están
tristes, decepcionados, que tienen rabia, que se sienten mal porque saben que
éste lugar no va a abrir más y porque tenía un significado para ellos como para
tantos otros. Creemos que este tipo de lugares se deberían defender, que se
deberían preservar, que no es algo menor, que no se puede hacer tanta bandera
de cultura y después dejar que cierre un lugar con sesenta años de trayectoria
porque no es que era un tugurio, era un lugar que hacía seis años que estaba
bien organizado, que tenía una agenda de lunes a lunes, y que le daba trabajo a
un montón de artistas y a un montón de gente, y que se deje que estos lugares
perezcan, más allá de que sea una cuestión de privado porque la dueña tiene el
derecho de hacer lo que quiera con el lugar, pero que se deje que eso siga su
curso y que no se haga ningún tipo de intervención, a mí me hace un poco de
ruido. De todas formas, nosotros vamos a ir a otro espacio, vamos a seguir
trabajando de esto…
¿Van a seguir manteniendo el mismo
nombre?
Yo creo que va a ser mejor
cambiar, en parte para separarse de toda la historia y la nostalgia y que se
entienda que vamos por algo nuevo.
¿Ya tienen el nombre?
Probablemente sea “El Bar
Olímpico”. Lo que quiero aclarar también es que hay gente dentro de la
Municipalidad que, como nos pone palos en la rueda, hay gente que nos ha
ayudado y que ha estado del lado de la razón, por ejemplo Federico Valentini que
nos ayudó con el tema del sonido y la técnica para lo que fueron los festivales
olímpicos, y vamos a hacer otro. Ahí se acercó la gente del Galpón de la Música
también a ofrecernos el espacio para poder utilizarlo y la idea es entrar por
la puerta grande en otro lugar para retransformarlo y reconfigurarlo en lo que
sería un nuevo Olimpo, un nuevo bar olímpico. Nos duele mucho por la gente que
trabajó con nosotros y queremos devolverle el espacio de laburo porque fue eso,
darles el espacio de laburo, entendés, a gente con la que vos querés compartir,
es justicia también que ellos tengan un micrófono, que tengan una guitarra, que
estén delante de la gente.
Fotografía: Nicolás Vives
Existe
una ordenanza con el tema de los horarios para los locales que trabajan de
noche ¿pensás que se aplica para todos por igual?
Es un tema muy delicado
porque el tema de cómo está empoderado el vecino que no tolera, es terrible,
porque por ahí tampoco es necesariamente real. Yo, por ejemplo, con el cura lo
he comprobado. Cuando tuvo que venir a las mediaciones, porque nosotros pedimos
mediación, que es algo necesario de arranque para cualquier lugar cultural,
para cualquier espacio que quiera hacer un aporte, que en vez de una clausura,
que haya una mediación con el señor que tiene problemas, que se le dé plazo
para hacer diferentes obras. A nosotros directamente nos cerraron y nos decían
“bueno, ahora que está cerrado arreglá esto”, y me parece que es un poco raro
eso, porque de dónde sacás la plata para invertir en eso si te están cerrando.
A lo que voy yo es que el cura cuando tuvo que enfrentarse en las mediaciones
con nosotros, con otros vecinos, que eran los que denunciaban, resultaba que
los otros vecinos eran empleados de él, y también se sabe que hay lugares
denunciados hoy en día como por ejemplo “Nómade”, que hay gente conocida dentro
de la política que le pone plata a un tipo para que esté tomando mate y
esperando el momento en el que empiece una banda en vivo o algo, para que los
tipos denuncien, bajen, y se pongan a hacer escándalos en la puerta. Hay cosas
que llegan hasta ese punto. Entonces, nosotros, desde nuestro lugar, nos
queremos defender, necesitamos garantías para trabajar.
¿Olimpo representaba una amenaza?
No, es simplemente un
conflicto de intereses, es una cuestión de lo que significa también para su
ideología. Las molestias pueden haber sido mínimas, yo creo que todo con buena
fe o buena voluntad se puede resolver. Nosotros desde la primera clausura del
Olimpo, en su momento, con la primera habilitación a mi nombre, ahí nos
empezamos a juntar también con otros espacios como ECUR (Espacios Culturas
Unidos Rosario) que está compuesto por diferentes actores y ahí empezamos a
gestionar para que haya una ordenanza para este tipo de espacios, la ordenanza
de Club Social y Cultural. Esta ordenanza estaba presentada ya hace tres años
en el Concejo y hoy en día está trabada en la Comisión de Gobierno que preside
(Jorge) Boasso. Entendemos que por una cuestión de rédito político, por una
cuestión de mezquindades, no salió y no piensan que salga, de todas formas
creemos que se está avanzando mucho dentro de las discusiones que estamos
dando.
¿Cómo creés que deberían reglamentarse
los bares como Olimpo?
Yo creo que, sencillamente,
tiene que haber un espacio para una ordenanza, de este tipo, y que no solamente
es la ordenanza sino que tiene que cambiarse la lógica. Los espacios estos
merecen ser fomentados porque ellos fomentan. El espacio que le da lugar a
otro, merece tener el espacio para seguir funcionando. No merece una clausura,
no merece el escarmiento. Creemos que si se cambia esa lógica, van a cambiar
muchas cosas en la ciudad. Creemos que hay que sacar también un poquito el foco
en el tema de los empresarios, del tema de cómo se reparte la noche en Rosario. No puede haber tres boliches en la ciudad, hay mucha diversidad, hay
hambre de reconocimiento, para los músicos que trabajan de lo que hacen, para
los artistas, para la gente que se encarga de estar de intermediario, como
nosotros, que quieren ser gestores culturales, que quieren mediar, que quieren
estar ahí, que quieren fomentar. Creo que sería necesario eso, un cambio de
lógica. Una ordenanza que te dé ese sustento es muy importante.