Discepolín Vive - Teatro
Divinos Siervos es una obra que trata sobre tres amigos
de la infancia que se reencuentran después de 20 años porque uno de ellos los
convoca para ofrecerles un trabajo. Este espectáculo, que transcurre en tiempo
real y dura lo que duraría una reunión de trabajo, rememora experiencias,
anécdotas y traumas de los protagonistas durante su niñez con la iglesia, ya
que todos compartían un grupo de liturgia, y pone al exterior algunas cuentas
pendientes que todavía no han sido saldadas.
Nicolás Vives: Fotografía
Discepolín Vive estuvo presente en una nueva función de
Divinos Siervos en el teatro de la
Manzana (viernes de junio a las 22 en San Juan 1950) y tuvo
la oportunidad de hablar con sus protagonistas, la directora Magalí Eguiluz y
sus tres actores: Anahí González Gras, Fernando Sierra y Martín Iriarte. La
obra es de producción independiente y cuenta con la colaboración de Lisandro
Benjamín Díaz en Diseño Gráfico, audiovisual y fotografía y María Fernanda
Weber en Diseño de Iluminación.
Por Lautaro Martínez Davico
¿Cómo surgió
Divinos Siervos? ¿Es una obra adaptada o es idea suya?
Magali Eguiluz: En realidad, los promotores de la idea
fueron los tres actores que comenzaron improvisando y tenían material reunido
de los ensayos. Estas improvisaciones se realizaron en el marco de un taller de
actuación, haciendo estos ejercicios se entusiasmaron con esta idea (Divinos
Siervos) y empezó a crecer. Cuando me convocan (yo compartía ese taller con
ellos) me comentan que tenían unos 20 minutos de obra, después algunas cosas se
modificaron pero la temática fue creada en ese espacio.
¿De dónde surge
la inspiración para crear esta obra? ¿Qué significa para ustedes la nostalgia y
el reencuentro dentro de sus vidas personales?
Fernando Sierra: Nosotros empezamos improvisando, como
decía Magali, en un taller. Como consigna había un tema fuerte que era la
religión, ahí comenzamos a compartir entre el elenco anécdotas y experiencias
de niños con este tema que fue el disparador. Luego se empezó a colar otro tema
que era la necesidad de trabajo, estos dos ejes eran los que queríamos
trabajar.
¿Han tenido una
influencia de la iglesia muy fuerte en sus vidas que han motivado la
realización de este trabajo?
Anahí González Gras: Evidentemente sí, hay una influencia
porque por algo surgió el tema y por algo llegamos a contar lo que contamos. La
obra es una dramaturgia nuestra que tiene que ver con cosas que nos han pasado,
y obviamente existen cuestiones donde uno va “ficcionando”, por decirlo de
alguna manera. La religión y la iglesia han tenido una influencia en nosotros
sobre todo cuando en la obra se hace foco sobre el grupo de liturgia, que eso
realmente existió, ciertas vivencias existieron, hay anécdotas que contamos que
de alguna manera alguno vio o vivió, hay mucho puesto de nosotros y también de
un universo imaginario que trajimos puesto al servicio de esto que queríamos
contar.
¿Cómo surge esta
idea de cambiar un poco el paradigma de la escena teatral ubicando al público
donde estaría el escenario y bajando la obra al público?
Magali Eguiluz: Es un punto de vista interesante, no lo
había pensado así de poner el escenario donde está el público, sino más bien de
hacer un poco al público partícipe, pero sin serlo porque sigue siendo
espectador, la idea es que esté cómodo y que pueda mirar sin sentirse observado
pero que se sienta un poco parte de la reunión, esa fue en un principio la
idea. Lo que nos está sucediendo ahora es que la gente cuando entra a la sala,
en las tres funciones que dimos aquí, se quiere sentar en las sillas de los
actores, por lo que tuve que indicar al público dónde se tiene que ubicar. La
premisa es borrar un poco ese espacio entre lo escénico y el público, y también
tiene una reminiscencia de una idea de lo que es la actuación como forma de
irrupción de la ficción en cualquier espacio físico, sin ser necesario un
escenario.
¿La idea es
seguir planteando lo mismo en cualquier espacio en donde se presenten?
Magali Eguiluz: Nos vamos adaptando a los espacios, vamos
a ver cómo funciona la obra en un formato más tradicional al estilo picadero,
con el espacio escénico abajo rodeado por una tribuna donde se ubica el
público.
Como actor
dentro de un espacio independiente ¿Cómo encuentran la escena local hoy en día?
Martín Iriarte: Nosotros nos organizamos repartiéndonos
las tareas y hasta ahora, que es la tercera función, nos está yendo bien.
Conseguimos este espacio que era en el que queríamos trabajar, tal vez
hubiéramos querido extender la obra aquí uno o dos meses más. A veces, los
tiempos disponibles en las salas son limitados y uno no puede instalarse en un
lugar fijo para hacer un trabajo por mucho tiempo, eso podría ser una
dificultad.
¿Cuántas funciones quedan?
M.E: Aquí en el teatro de la Manzana (San Juan 1950)
nos quedan dos viernes. Después en julio nos mudamos y vamos a estar los
sábados en La Morada
a las 21 (San Martín 771), en agosto tal vez hagamos algunas funciones en un
espacio no convencional y en septiembre estamos los domingos a las 20 en La
Morada.